Nací en una isla. Pequeña, unida al
continente por múltiples puentes, apenas separada de él por un exiguo caño que
serpentea entre marismas donde la frontera entre tierra y mar se difumina,
avanzando y retrocediendo al ritmo de las mareas.
Es difícil tener la seguridad de su
condición insular. Pero serlo lo es, y lo seguiría siendo en espíritu aunque el
canal se cegara por los sedimentos. Una isla no sólo lo es por geografía, sino
por sentimiento. Y eso marca.
Pero no es esa pasión filial el único
motivo de mi filia por las islas. Hablemos de ellas.
Una isla es un fragmento del mundo moldeado
a escala humana, con límites definidos y abarcables. Todo en ella es cercano,
familiar. Es un hogar con paredes de olas.
En ella puedes llegar a pensar que no
eres sólo una mota de polvo en un universo infinito, el espacio que nos rodea parece
que se adapta a nuestro tamaño, físico y mental.
Hasta que levantas la vista, miras al
horizonte y te golpea el océano interminable. Y es entonces cuando entiendes el
secreto de las islas. Que son a la vez refugio y prisión, igual que el mar que
las rodea es al tiempo barrera y camino, muro y puente. Todo depende de si
tienes libertad para marchar, algún lugar a donde ir y una nave donde embarcar.
No es extraño que tantas de ellas hayan
sido usadas en el pasado como lugar de exilio o reclusión, penales murados por
la fuerza de las corrientes. Pero también escogidas como lugares de reposo y
retiro. Incluso a veces la misma isla sirvió para lo uno y para lo otro. Casi
nada es siempre una sola cosa.
Otro ejemplo, cercano, de esa
incertidumbre sobre la naturaleza real de los elementos, son las luces que se
encendían sobre los acantilados. En manos traicioneras, esas llameantes sirenas
dirigían a los incautos a un terrible fin, el choque contra las rocas, el
asesinato de los tripulantes, el saqueo de la carga, la partida con el botín
manchado de sangre inocente. Pueblos enteros vivieron, ocasional o
pertinazmente, de estás y otras formas de piratería, sin sentir un excesivo(ni
siquiera moderado) horror por sus actos, ni mostrar arrepentimiento alguno,
salvo ante la fuerza bruta de algún gobierno ofendido.
Pero si en lugar de un fuego engañoso lo
que contemplabas desde la tambaleante cubierta de un navío agitado por la
tormenta eran los destellos de un faro, pasaba a ser luz de esperanza, una mano
inmaterial que te conducía a lugar seguro, librándote de todo mal.Una torre con una estrella en su cima, que guía
a los hombres en su eterna búsqueda, sea esta de refugio, de riquezas, o de un
destino. Siempre estamos buscando algo, aunque no siempre sepamos lo que
estemos buscando, incluso cuando creemos que lo sabemos o incluso cuando
creemos que no buscamos nada.
El primer grupo de luces eran
resplandores que podían llevarte a la perdición, a quebrar tu nave entre las
rompientes, a perderlo todo, incluso la vida. Las segundas trazan un rumbo
seguro a tu singladura, te orientan hacia un buen puerto, te protegen en la
adversidad.
Pocas metáforas de la vida, de algunas
relaciones y adicciones, de ciertos encuentros y momentos, son mejores que
esta.
No hay nada seguro, dicen algunos
horrorizados ante la duda. No hay nada seguro, dicen otros, sonrientes ante las
posibilidades que se abren. Los focos nos enfocan a todos, pero no a todos nos
iluminan. Para unos están apagados, otros se acercan tanto que se queman.
Islas y faros, faros e islas. Hagamos
bailar ambos términos, hasta que dancen unidos.
Si una isla es refugio, un faro en una
isla es la sublimación de ese ideal de protección. A la cualidad insular de acogida
le suma la de fortaleza, con su esbelta figura dominándolo todo, y su luz
convertida en una promesa visual de socorro.
Es
la unión perfecta de lo humano y lo “divino”. Lo mejor de lo humano, el auxilio
al prójimo en apuros, con lo mejor de la naturaleza, ese fragmento de patria
sólida en mitad de las aguas profundas, esa embajada de tierra firme en el
imperio de los mares.
Cuanto más diminuta sea la isla, islote,
roca o escollo donde esté colocado el faro, más simbolismo alcanza su unión. En
ocasiones no hay más tierra visible que la propia baliza, una aguja elevada
sobre el incesante oleaje, surgida de las aguas como una Venus, pero sin
testículos de Dioses de por medio. En mitad de la tormenta ni siquiera el faro
es ya tierra, sólo un fantasma borroso que se entrevé entre los embates del
temporal. Parece entonces imposible que
pueda sobrevivir a las fuerzas desatada del océano.
Y
sin embargo, resiste impasible el incesante ataque, hasta que amaina el asalto
y llega la tregua, siempre temporal. Es una guerra perdida, pero el faro sabe
que su propósito no es la victoria final, sino hacer pagar cara su derrota. Igual
si nos planteáramos la vida como se la plantea un faro, sabiendo como sabemos
que nunca podremos ganarle a la muerte, mejoraría nuestra existencia.
Cada cual tiene su propia mitología, un
armario sentimental repleto de elementos inclasificables, aparentemente
inconexos, pero unidos por unos hilos invisibles y poderosos. En nuestra mente tiene
sentido que todo esté ahí, hermanado, siendo tú, porque uno es, sobre todo, lo
que ama.
Dirigibles, escudos, mapas o banderas son
algunos de los componentes de mi cosmogonía personal, y por supuesto, las islas
(sobre todo las abarcables, las que si se eleva uno lo suficiente puede ver de
un solo vistazo) y los faros están también ahí dentro, bien cerquita del
corazón.
Posiblemente todo lo escrito
anteriormente no fue más que un fútil intento de racionalizar mis gustos, de
intentar buscar un sentido al amor que me embarga por esas atalayas luminosas,
por entender ese sentimiento tan extraño que me despiertan.
Y seguramente por ello hay más de
imaginación y autoengaño que de verdad en todo lo que conté. Y ni siquiera
hacía falta. Porque una torre junto al mar, elevada sobre algún escabroso
risco, iluminando el horizonte mientras el sol se oculta, siempre resultará algo
hermoso.
No hace falta ninguna otra razón para
amarlas. En realidad, ni siquiera hace falta razón alguna.
No se sabe con exactitud
ni la época exacta ni el origen de los pueblos que ocuparon las islas por
primera vez, pero algunos indicios parecen datar la misma al menos unos 8 o 9mil años antes de cristo.
Dos teorías opuestas sobre el poblamiento hablan de
gentes llegadas desde Irlanda por un lado, por la península ibérica por el otro
(una tercera teoría apunta a la coexistencia de ambas vías).
A finales del
neolítico/comienzos de la edad del bronce el poblamiento era ya estable y de
una cierta importancia, lo que corroboran los numerosos restos de megalitos a
lo largo del territorio, destacando por su importancia los abundantes túmulos
sobre colinas, los populares“Zîrkulos de los Xigântes” , según la denominación local.
Posteriores oleadas de invasores
(celtas y gaélicos) dejaron a las islas
divididas envarias zonas tribales,frecuentemente enfrentados. Sin embargo,
estas nuevas colonizaciones no provocaron la desaparición de los primitivos
pobladores, sino que se produjo una asimilación entre ambos pueblos,
desarrollándose una cultura propia, de la que perduran aún bellos ejemplos artísticos, sobre todo joyas,grandes monumentos en piedra, túmulos y
tumbas.
Según los mitos fundacionales posteriores,
de cuando en cuando uno de los reyezuelos se volvía más poderoso que el resto y
recibía el nombre de Alto Rey, una especie de título honorífico que reconocía
su superioridad sobre los demás, pero que en ningún caso podría entenderse como
una jefatura jerarquizada ni un estado unificado.
La historia de las islas
en esta época antigua está durante siglos envuelta en leyendas. Algunos creen
que en el origen del mito de la Atlántida pudo estar el difuso conocimiento de
la existencia del archipiélago. Otros estudiosos creen que sin duda Piteas, en
su periplo Boreal, conoció el archipiélago.
Apenas se sabe nada de su relación
con el imperio romano, o sus contactos con Irlanda y el continente. Unos
autores creenque durante ciertas
faseslas islas permanecieron aisladas
del mundo exterior, mientras otros creen que la comunicación y las relaciones
comerciales y de otro tipo con Hibernia nunca se interrumpieron. Según
muchos,Dâlnia es la Tech Duinn de los
relatos, la morada del oscuro, la tierra de los muertos.
Las fuentes romanas, mientras tanto hablan de
una mítica isla pobladas de Dragones y seres misteriosos más allá del extremo
del mundo (de Finisterre), a la que daban el nombre de Atlantia,Antilia ,ínsulas
Occidentales o terra(o insulae) Plus ultra o Âvalen, y algunos han querido ver
en Dâlnia (o en alguna de sus islas) a laúltima Thule. Lo cierto es que apenas hay datos que nos confirmen
ninguna teoría . Aunque algún artefacto
y diversas monedas de origen romano han sido encontrados en alguna
excavación,las hipótesis más creíbles
hablan de una especie de comercio circular, no de intercambios directos con los
mismos.
Según algunos estudios, La
población de las islas habría sufrido en los siglos V o VI de nuestra era
un
enorme descenso, provocado, según las hipótesis más actuales, por una mezcla de
los efectos de guerras intestinas, hambrunas y epidemias generalizadas. Ese panorama,de un archipiélago medio despoblado y caótico sería el que se
encontrarían a mediados del siglo VI, los monjes irlandeses (según la tradición
local, encabezados por San Declan, aunque las fechas parecen desmentir dicha afirmación), que evangelizaron las islas, siendo Jesûsy
la primera isla totalmente cristianizada. Algunos pretenden unir a Dâlnia con el mítico viaje de San Brandan, pero no hay dato alguno que lo confime. Más probable es que fueran San Columba o San Columbano los verdaderos impulsores de la cristianización.
Con la conversión de los
escasosy poco poderosos caudillos
locales supervivientes, la
administración del territorio quedó ligada casi
desde el final del breve periodo de evangelización a una serie de
obispados-monasterios (con el cargo de obispo y abad siendo el mismo).
Los monjes establecieron una serie de comunidades
modelos, unas “ciudades de fieles” alrededor de dichos monasterios, con una
autoridad central muy tenue(un legado papal que mediaba entre los mismos),
formando realmente una especie de confederación de repúblicas monásticas
semiindependientes.
Se atrajo a a nuevos
habitantes tanto desde las islas británicas, Irlandeses y britanos que huían de
los nuevos dominadores germánicos, como desde la península, con la llegada de
numerosos hispanorromanos descontentos de la autoridad Visigoda.La mezcla entre los diversos pobladores fue
un hecho desde el inicio, algo fomentado por las autoridades eclesiásticas que
hablaba de “una comunidad de hermanos en la fe de Cristo”. El latín se usó como idioma común para gente
de tal diversidad de orígenes.
Con la conquista
musulmana de la península la emigración ibérica se incrementó mucho, creándose
unos fuertes lazos, tanto culturales como artísticos con el reino astur y
Galicia.
A partir del siglo VIII
esta “edad dorada”, terminó, y comienza un oscuro y caótico periodo. Distintas
invasiones de pueblos del
norte(vikingos), especialmente daneses, hace que durante varios siglos las
luchas sean constantes. Estos grupos primero hacen incursiones de pillaje, y
luego se establecen y ocupan las islas, creando diferentes reinos que luchan a
su vez entre sí. Los vikingos también traen cautivos, tanto de las islas como
de sus correrías peninsulares. Con el tiempose va creando una sociedad mixta, los antecesores de los actuales
dâlnios, mezcla de la población local, peninsulares, pueblos británicos (gaélicos sobre todo) y daneses.Durante esa época el territorio era conocido
como Vestmania( tierras/islas del Oeste).
A principios del siglo X,
alguno de los reyezuelos ya habían adoptado el cristianismo, y poco a poco el resto de los vikingos fueron
convirtiéndose, para ganarse el apoyo de sus súbditos (y de la iglesia) en los
conflictos por el control de las islas.
Mientras algunos de estos
pequeños principados comenzaron a establecer buenas relaciones con los reinos
hispanos del norte, incluso tejiendo alianzas matrimoniales con los mismos,
otros continuaron con sus correrías en la zona.
A comienzos del siglo XII
dos reinos principales se disputaban el control del territorio, al norte el de
Êgerling, cristiano y en buenas relaciones con León, y a sur Pêtery, donde aún
continuaba la tensión entre paganos y cristianos.
El Rey Harald de Pêtery comenzó
una campaña para unificar el país, mientras continuaba atacando las
costas cantábricas. El rey Gandalf de Êgerling se alía con León, en la figura
de Alfonso VII.
Juntos, apoyados por la flota creada por el arzobispo Diego Gelmírez,
conquistan y unifican por primera vez el territorio dâlnio. La batalla decisiva, conocida como la del
Puente de la Alianza, en Nêderling (Isla de Jesûsy), que tuvo lugar el cuatro
de octubre de 1150, supuso la muerte del Rey Harald, que había desembarcado
allí con su ejército en un intento desesperado de romper el avance aliado.
El reino de Pêtery se rinde y tras el resto de
señoríos que aún permanecían independientes aceptan el dominio de Êgerling.
Poco después, en 1155 El
rey Gandalf muere sin descendencia masculina, y lega su reino al monarca Leonés.
Este, al morir en 1157,
divide sus territorios, quedando Dâlnia en manos de su hijo García, al que
había casado poco antes con la hija de Harald, Berenîce, para legitimar su
título . Se inicia el “Reino de Dâlnia”, denominado así tras la proclamación
como capital del nuevo estado de Dâlny, una población hasta entonces no
demasiado importante a nivel político, pero situada en un lugar central, con lo que se aliviaban también las tensiones
entre los intereses del Norte (Êgerling) y del Sur (Pêtery).
Con posterioridad , los
monarcas Dâlnios trasladaron su residencia real a unos kilómetros de
Dâlny,a un palacio nombrado en honor a
la primera reina, alrededor del cual se fue formando una villa, la actual
Berenîce, que con el tiempo asumiría el título honorífico de capital del
Territorio.
Durante un breve periodo en el siglo XIII la
isla de Nâvery formó un reino propio, debido a la decisión del rey Pablo I de
dividir sus dominios entre sus hijos, pero tras unas décadas el reino volvió a
unificarse tras la muerte sin descendencia del rey Mario I de Nâvery.
A lo largo de los siglos
siguientes, Dâlnia se ve envuelta tanto en las luchas dinásticas de castilla,
como en los conflictos entre Inglaterra y Francia (La guerra de los 100 años),
aunque generalmente sostiene una firme alianza con Castilla. La peste negra
llegó al país en 1349, y aunque sus efectos no fueron tanbrutales como en otros lugares, debido al
relativo aislamiento y a las medidas preventivas tomadas, si que las fuentes
hablan de una pérdida de población cercana al 10%, con especial incidencia en
las ciudades y puertos principales.
Con la expulsión de los
judíos por los reyes católicos llegan bastantes a país, que ya contaba con una
cierta comunidad propia.
La llegada del
protestantismo al norte de Europa llevó a recibir al país una numerosa
emigración de católicos daneses, que vieron allí un refugio donde mantener su
fe. Dicho éxodo fue promovido sobre todo por la presencia en Dâlnia de la reina
Isabel de Dinamarca, hija del rey Danés Juan I, y se desarrolló sobre todo tras
la guerra del Conde. También llegó a Dâlnia Olav Engelbrektsson, el último
arzobispo católico de Noruega, con algunos de sus feligreses.
Entre 1585 y 1604, Dâlnia
se ve convertida en campo de Batalla de la guerra angloespañola .Una flota inglesa, al mando de Drake, saquea
diversos puertos para posteriormente invadir las islas tras la derrota de la
armada invencible. En la batalla de Vîmery, en 1590, muere el último monarca
Dâlnio, Pablo II.En las islas se
suceden los combates y enfrentamientos entre los invasores ingleses, que se
hacen con el dominio de parte del territorio, tropas locales y refuerzos
enviados por la monarquía hispana.
El tratado de Londres de
1604 ve llegar por fin una solución para las islas. En el tratado Dâlnia se
convierte en un coprincipado, donde los monarcas británicos y españolfiguran como los gobernantes del país (el
monarca británico a nombre de Rey de Irlanda), aprobándose la independencia del
mismo pero teniendo que mantener una neutralidad perpetua, salvo ataques
exteriores o aprobación conjunta de ambos copríncipes. De facto el estado se convierte en una especie
de república, gobernada por un senado formado por nobles, obispos y ciudades.
Durante la guerra de los
30 años, refugiados católicos alemanes fueron asentados en la zona occidental
de la isla Grande, hasta entonces casi deshabitada, alrededor de la recién
fundada Nueva Kaiserslautern, que con eltiempo transformó su nombre a Kaiserlauten.
La llegada al poder de
Cromwell y la ejecución de Carlos II llevó a una crisis (además de provocar una
fuerte emigración irlandesa debida a la actuación del Lord Protector en la
isla) que se resolvió con la vuelta de la monarquía. Nuevas crisis debidas al
enfrentamiento entre las potencias valedoras de su neutralidad tras la guerra
de sucesión y la de los 7 años fueron clarificando la situación política de
Dâlnia, que defendió a toda costa su neutralidad e independencia, logrando
aumentarla hasta convertir el coprincipado en algo meramente anecdótico.
A partir de entonces
Dâlnia comienza una etapa de desarrollo pacífico, con el tiempo se va
estableciendo una serie de instituciones de gobierno propias (con las figuras
de los cónsules, los gobernantes efectivos, nombrados por el senado), que van
dejando la figura de los monarcas como cargos simplemente testimoniales.
Su participación en los
conflictos europeos se limitó a algunas alianzas antifrancesas(en la época de
Luis XIV y Napoleón), sobre todo aportando su flota en las mismas.
El tratado de Londres
también prohibió su expansión colonial, pero favoreció por otro lado su
posición comercial respecto a británicos y españoles. Durante siglos Dâlnia fue
un país relativamente pobre, volcado al mar, girando su economía en torno a la
pesca y cierto comercio, pero a partir sobre todo de la segunda mitad del XIX
todo cambió. La apertura de minas y sobre todo de infraestructuras de
transporte que permitieron su aprovechamiento, con el desarrollo del ferrocarril
y la mejora de los puertos, permitió una rápida industrialización y el aumento
del comercio.
A lo largo del siglo XIX
el país se vio sacudido por distintas agitaciones obreras, que condujeron a la
extensión del derecho al voto, llevando a ser el primer país del mundo que lo
concedió a las mujeres, y el primero en que gobernó un partido socialdemócrata
(Socialdemócratas y cristianodemócratas han sido las fuerzas que casi
exclusivamente han gobernado el país, cuya sociedad tiene un fuerte sentimiento de comunidad,
fruto de su mismo origen y lo complicado de su historia).
En las últimas décadas del siglo XIX, y ligada a la influencia británica en las islas, llegaron diversos deportes a las islas, en especial los dos más populares, el Rugby y sobre todo el fútbol.
Con la proclamación de la
II república española el cargo de copríncipe pasará a manos de Alcalá-Zamora,
estando posteriormente unido a la evolución de la jefatura del estado Español.
El 18 de abril de 1949,
con la proclamación del acta de la república de Irlanda, el Monarca Británico
deja de ser copríncipe, pasando el mismo a manos del Presidente de la república
Irlandesa.
El país fue neutral
durante la primera y la segunda guerra mundial. Durante y tras la guerra civil
española, el país se convirtió en refugio de numerosos exiliados españoles, al
igual que a partir de los 60 también se produjo una fuerte migración tanto
desde España como de Irlanda, Portugal e Italia, atraídos por la industria y el
desarrollo económico del país.
En 1973 Dâlnia entra en
la comunidad Económica europea, junto a Irlanda, Reino Unido y Dinamarca.
En 2004 se celebró el
cuarto centenario del tratado de Londres, acto al que acudieron los reyes de
España, Reino Unido, el presidente Irlandés así como autoridades de todo el
mundo.Ese mismo año, y en el que fue el
último viaje de su Papado, Juan Pablo II visitó Dâlnia.
Actualidad y estructura política
En la actualidad el
desarrollo económico del país gira en torno a una industria de última
tecnología y al comercio exterior.
La estructura política
del país se articula, bajo el honorífico gobierno de los copríncipes, desde dos
cónsules, elegidos cada 2 años (y que no pueden ser reelegidos más de tres
veces consecutivas, ni cinco alternas), un consejo de Iguales (15 miembros, dos
de los cuales son los cónsules actuales, dos los anteriores y de donde saldrán
los dos siguientes, muy parecido al consejo federal suizo, y que sería algo
parecido al consejo de ministros, con representantes de todos los partidos
mayoritarios), un senado (de 100 miembros, de elección directa y proporcional)
y una asamblea insular, de 25 miembros, con 10 representantes de la isla
grande, 5 de Nâvery, 3 de Frânking, Mârting y Jesûsy y uno de Kârling).
Existirían por debajo de estos una serie de
consejos condales, de diez miembros cada uno, de entre los cuales se escogería
al conde gobernador de cada kondado.
A su vez los kantones
tendrían una asamblea formada por los alcaldes de cada parôkias más el de la
komuna capital.
La idea sería convertir a
Dâlnia en un estado muy descentralizado, pero no federal, su estructura
poblacional, con muchas ciudades de tamaño intermedio, sin una central muy por
encima del resto, facilitaría un reparto del peso político bastante parejo. Los
distintos órganos de poder, judicial, legislativo, ejecutivo, etc.…se
localizarían en distintas poblacionesdel país, por lo mismo. Se trataría de lograr un país cohesionado
geográficamente y con contrapeso de poderes.
Hoy hace 100 años que murió alguien del que nunca habéis
oído hablar. No fue nadie, y al tiempo fue todos. Esta es su historia.
Alguien dijo, con otras y mejores palabras, que una vida no
termina hasta que se borran los últimos restos de su memoria. Pero… ¿Y si de tu
memoria sólo queda un cartel oxidado, clavado en una cruz rota, cubierta por un
casco, sobre una tumba vacía y perdida?
Hace unos años, un noviembre, miraba una galería de fotos ,
en recuerdo al final de la primera guerra mundial.
Fue al ver una de las fotografías cuando, de repente, algo
me golpeó en la mente. Y desde entonces me persigue su recuerdo. Esta es la
imagen.
Cabo Edouard Marius Ivaldi ,de Pavillons Sous Bois, cerca de
París. Muerto por la Francia, no se sabe cómo ni a manos de quien. Ni tampoco importa.
No podía dejar de pensar en la foto. Estuvo días dando
vueltas en mi cabeza. La tenía en el escritorio del ordenador. De cuando en
cuando la miraba. Parecía querer hablarme. Por fin, un año después, conseguí
liberar algo de lo que me había provocado. Como casi siempre, escribiendo. Esto.
Durante unos años los sentimientos se acallaron, aunque
nunca terminé de olvidar la foto. Hasta que hace unos meses, a principios de
este año, por pura casualidad, nos volvimos a ver. Y fue entonces cuando me di
cuenta de la fecha. 30 de abril de 1917.Faltaban apenas unos meses para que se
cumpliera el centenario de su muerte.
Si creyera en ellas, hubiera dicho que fue una señal.
Digamos que más bien, me marcó una obligación. Con su memoria y mi conciencia.
Y me puse a investigar. Buscando información en cualquier
rincón de internet. Atando cabos, haciendo conjeturas, dibujando un contexto. Lo
que sigue a continuación es una especie de reconstrucción de los hechos que
rodearon su muerte, lo más aproximada posible a la realidad.
Y comenzamos.
Tenía una fotografía. En ella, un cartel con un nombre y una
fecha. La de su muerte. Y desde ahí, un mundo por descubrir.
Abril de 1917. La primera guerra mundial, la Gran Guerra, se
va acercando a su tercer año. Francia está invadida en parte por el ejército
alemán, que llegó a estar a las puertas de París. El general Nivelle,
comandante en jefe del ejército francés, decide entonces iniciar una granofensiva para romper el frente alemán.
casi 900 mil hombres, 7000 cañones y 128 tanques iban a ser
usados en un ataque coordinado entre los británicos, al norte y los franceses,
más al sur. Frente a ellos, casi medio millón de alemanes, kilómetros de
trincheras y miles de ametralladoras. Pero los mandos aliados eran optimistas.
Demasiado.
En el medio siglo anterior el armamento y su capacidad
destructiva había avanzado mucho más rápido que las tácticas. Los fusiles
disparaban con más celeridad, los cañones tenían más potencia, había gases
asfixiantes, ametralladoras, aviones, tanques…pero los hombres seguían teniendo
la misma piel. Y millones habían pagado ya con su vida la insensata ceguera del
alto mando, que insistía en lanzar oleada tras oleada de juventud contra las
inhumanas balas.
El ataque comenzó con un espeluznante bombardeo artillero
contra las defensas alemanas. Tras el
mismo, llegó el primero de muchos asaltos. Era el 16 de abril de 1917.Según las
optimistas previsiones del estado mayor francés las bajas totales de la
ofensiva, serían 10.000 hombres.
Sólo el primer día, fueron 40000.
Entre el 16 de abril y el
9 de mayo, los aliados tuvieron casi 350.000 bajas. Para avanzar 4 kilómetros.
La ofensiva terminó siendo detenida. No se había roto el
frente, la moral se había hundido, estallaban motines por doquier. El fracaso
supuso la destitución de Nivelle y la llegada de Petain, que logró recuperar la
moral. Pero no nos hemos olvidado de Ivaldi.
Como ataque complementario a la gran ofensiva, se lanzó uno
secundario en las colinas de la Champagne, Unos kilómetros al este de Reims. El
objetivo del ataque era negar a los alemanes los puestos de observación sobre
la llanura. Pero imaginad el terreno, el campo de batalla. Cuesta arriba,
plagado de cráteres de bombas, trincheras, alambre de espino. Y la muerte
aguardando al final. La distancia entre las trincheras rivales iba de 500
metros a apenas 50. 50 metros, un tiro de piedra. Ni un suspiro, para una bala.
Si uno quiere saber que es el infierno, le bastaría pensar en lo que fue
combatir allí en esos días. Y seguramente, nos quedaríamos cortos.
Siete montes componen el macizo de Moronvilliers, que se
eleva sobre la llanura de Chalons. Sus nombres se escribieron entonces con
sangre.
Son el mont Cornillet (209 m., el mont Blond (221 m.),el Mont-Haut
(257 m.), el mont Perthois,le Casque (242 m.),le Téton (232 m.) y el Mont-sans-Nom
(220 m.)
De Moronvilliers, el pueblecito que da nombre a la
cordillera, no queda hoy nada, fue arrasado hasta los cimientos. Paradójicamente,
uno de los escasísimos restos en pie es el monumento a los caídos en la guerra…
La batalla comenzó el 17 de abril. Entre el 17 y el 20 se
desarrollaron feroces combates, que permitieron avanzar a los franceses…2´4
kilómetros.
Tras una pausa, el 30 de abril se reanudó la ofensiva, en busca de
lograr ocupar las alturas, la cresta del Macizo.
La ofensiva terminó, por agotamiento de los atacantes, unos
días después. Los franceses habían tenido 22000 bajas. Pero habían logrado
tomar la cresta. Los alemanes ya no dominaban la llanura. 16 veces
contraatacaron (incluido alguna con gases), pero no lograron nunca retomar a
sus posiciones.
Ni tampoco Ivaldi. Había caído, para no volver a levantarse,
el 30 de abril, en las laderas de monte Le Casque.
Y ahora, hagamos una pausa. Os pido que os lo imaginéis.
Pensad en como creéis que era. Porque vais a verlo. Creo que es hora de que le conozcáis. Aquí lo
tenéis (es el señalado por la X) junto a sus compañeros.
Ahora ya no es un simple nombre sin rostro…ni nunca lo
volverá a ser.
Jamás se encontró su cuerpo. O tal vez sí, pero nadie lo
identificó. Como le pasó, según cuentan algunos historiadores, a la mitad de
los caídos en la gran guerra.
un once del once (el Dia de San Martín), a las once, dejaban
de sonar los proyectiles, tras cuatro años. El mundo pareció por un momento
haberse quedado sordo, tan acostumbrado estaba al continuo ruido de la muerte.
En 1919, Jean Joseph Ivaldi, padre de Edouard, buscó el
sitio donde cayó, y colocó allí una placa y parte de su equipo personal, sobre
una cruz. Es esa la imagen que inició este hilo. Pero aquello sólo es el
recordatorio del lugar donde falleció. Allí no reposo el cuerpo de nuestro
protagonista.
En 1924, Jean Joseph colocó otra placa en donde seguramente sí
que descansan sus restos, anónimamente, mezclados junto a los de miles de
compañeros.
Se trata del Osario de
Navarino, monumento a las caídos en la batalla de las colinas, y lugar de
reposo de 10.000 de ellos.
Y así Ivaldi se perdió en la historia, junto a millones de
compañeros de ambos bandos. Y su “tumba”, que no lo es, con él.
Pero lo curioso es que aún existe. La tumba de la fotografía, está en un lugar
desconocido. Que siga intacta, es un misterio.
Aquí es donde nos puede ayudar la cartografía. Lo que voy a
poner ahora es mera elucubración personal, ojo…pero no creo equivocarme. En un
foro francés encontré una referencia a que la tumba se encontraba dentro de un
terreno militar, vetado a visitantes. Lógico.
En la zona hay dos grandes complejos de este tipo, en pocos
kilómetros, El campo de Suisses y el polígono de experimentación nuclear de
Moronvilliers, situado donde se encontraba el antiguo pueblo.
Mis sospechas iban más bien dirigidas a este último, y los
mapas creo que lo confirman. Hice un montaje (poco vistoso, pero útil), entre
el mapa de 1917 e imágenes actuales, colocando los nombres que se repiten en
ambos. Y aquí tenéis el resultado.
Y queda claro que, casi sin lugar a duda, el lugar donde
cayó Ivaldi está dentro del recinto de experimentos nucleares. No deja de
resultar paradójico que haya sido eso lo que haya protegido de los vándalos ese
postrero recuerdo a un soldado muerto, la experimentación atómica.
Pero, aunque el recinto ya no está en uso, espero que siga
protegiendo durante mucho tiempo su memoria…aunque sea por miedo a la
radiación.
Hasta aquí la historia de cómo cayó y donde creo que se
encuentra la cruz. Pero queda una última cosa que he descubierto. Y es que la
tragedia no acabó allí, ni entonces.
En el municipio donde
nació, como en todo pueblo francés, se alza un memorial con los nombres de los caídos.
Edouard nació en Les Pavillons-sous-Bois (localidad que está hermanada con Écija,
la tierra natal de mi familia. ¿Otra señal?),cerca de París.
Y allí, junto a su nombre y el de otros 441 caídos en las
guerras del siglo XX(en una ciudad de 20.000 habitantes, pensad lo que implica)
hay otro Ivaldi. Un J.Ivaldi
Ese otro Ivaldi no falleció en la primera, sino en la
segunda guerra mundial. En 1940. Me pregunté...¿Serían familiares? y entonces...encontré otra tumba.
Es la tumba familiar. Están los padres de Edouard...y su
hermano Julien. Fijaos en la fecha de su muerte, 1940.. Si, el otro Ivaldi era
familiar de Edouard, era su hermano menor.
Y ahora mirad cuando falleció su padre, en 1942.
El padre enterró a dos de sus hijos, uno en cada guerra,
antes de morir. Son esas tragedias que no vemos cuando reducimos todo a
números. Familias destrozadas, vidas truncadas, mil historias cerradas, de
golpe. Y de todo apenas queda nada hoy, sólo unos nombres sobre metal o piedra.
Por eso son necesarias estás historias, para que entendamos,
cuando se hable de que en tal o cual batalla hubo “2000 bajas”, lo que hay detrás.
Dos mil historias escribieron su último renglón, miles de futuros se perdieron
en la eternidad. Sólo queda el silencio y las lágrimas.
Uno de ellos, Ivaldi. Nadie viene ya a poner flores sobre su
tumba, solo la primavera. Pero ahora ya está dentro de vosotros. Ya no morirá
más.
Hasta aquí el viaje que hemos realizado juntos. He intentado
devolver en lo posible la memoria de Ivaldi y su familia, de los hechos que rodearon
su pérdida, de lo que pasó tras su muerte. He rebuscado en cada lugar de
internet que pude. Y fue una búsqueda apasionante, por ese sentimiento de
descubrimiento, pero dolorosa, porque todo a su alrededor estaba impregnado de
tristeza y muerte. Pero así fueron aquellos tiempos. No todas las
historias tienen final feliz. En realidad, ninguna, sólo que unos finales tardan más en
llegar que otros.
Pero como dije antes, si dejamos que los muertos y sus nombres sean sólo números, habremos perdido. Esto ha sido, posiblemente, una de las cosas que más me costó escribir en la vida. Pero tenía que hacerlo. Por él, por mí, por ellos,por todos esos millones de seres humanos, en su mayoría jovencísimos, que perdieron la vida en esa picadora de carne humana a escala planetaria que fue la gran guerra.
Ivaldi, ya he pagado mi deuda, me considero liberado. Y tú,
amigo, descansa en paz. Y que tu memoria perdure otros cien años…
FIN
Viene ahora el apéndice documental, con los artículos y páginas de internet que he visitado en mi búsqueda, por si queréis ampliar la información. Mucho artículos están en francés, idioma que no conozco, así que he tenido que tirar de traductor...con lo cual seguro que debo haber tenido más de un fallo de comprensión. Os pido que me perdonéis por ellos.
"Bibliografía"
1- Artículo sobre el centro de experimentación nuclear.
2- La galería de fotos que comenzó todo.
3-Foro francés donde encontré la referencia del lugar de la tumba.
4-artículo sobre la conquista del macizo de Moronvilliers.
5- artículo de la wikipedia sobre la ofensiva de abril.(en castellano)
6-el mismo artículo, en inglés.
7-otro artículo en castellano sobre la batalla.
8-biografía del general Nivelle.
9-artículo de la wikipedia sobre Morovilliers.
10-página francesa sobre los caídos en la guerra, en este caso los que aparecen en el memorial de les pavillons sous Bois, localidad natal de Edouard Ivaldi.
11- ficha de Edouard Ivaldi en esa página.
12-osario de navarino, página oficial.
13-galería fotográfica interesantisima sobre Ivaldi y la zona donde cayó.
14- monumento a los caídos en Moronvilliers.
15-página web, nostálgica, sobre Moronvilliers, con fotos antiguas.
16- artículo sobre la batalla, de un general de la época.
17-artículo de la wikipedia sobre la batalla de las colinas.
18- información sobre el apellido Ivaldi.
19-Más información sobre el mismo y donde es más frecuente.
20- plano genial sobre la batalla.
Ahora os dejo lo que escribí hace unos años sobre la fotografía, antes de saber todo esto...
Algunos dicen que una vida no termina hasta que se borran los últimos restos de su memoria. Es como la humedad que queda en la tierra tras la lluvia, todo lo que fueron tus actos empapan el mundo que te rodea, y permanecen allí, como recuerdo a lo que fuiste, aun cuando tu cuerpo se desvaneció largo tiempo atrás.
Pero… ¿Y si de tu memoria solo queda un cartel oxidado, clavado en una cruz rota, sobre una tumba perdida? ¿Un nombre y una fecha pueden atarte aún al mundo, o solo son una especie de ticket de salida?
“Aquí yace Edouard Ivaldi…”, cabo, muerto en Dios sabe que gloriosa ofensiva (o tal vez en alguna fiera defensa), en honor a la patria, al ejercito, o a este solitario y embarrado rincón donde quedó su cuerpo.
Durante unos días este miserable solar, donde nada crece demasiado ni nadie reclamó nunca, se convirtió en el centro de todos los partes de guerra. Día a día se hablaba de ganar cien metros, de tomar la cota 130 y del heroísmo de nuestro ejército. Cada una de esas frases estaba escrita con la sangre de un soldado, de un batallón, de un regimiento.
Y cuando la batalla y la guerra trasladó su voluble atención unos kilómetros más allá, las piedras continuaron su eterno descanso, ahora con la compañía de unos miles de jóvenes huesos.
En sus castillos de la retaguardia, los generales escribirían en las órdenes del día que los objetivos habían sido alcanzados. Se había logrado elevar un muro contra el enemigo.
Había sido alzado con los cadáveres de cientos de soldados. Uno de ellos (ahora poco más que una especie de metafórico ladrillo humano) era el de Edouard.
Supongo que alguien le lloró entonces. En su casa, en alguna perdida aldea de la Isla de Francia, una carta timbrada con un sello oficial sería entregada de manos de algún adusto oficial, y unos padres desconsolados (y analfabetos) pedirían al portador de la misiva que les leyera el epitafio de una vida.
Sobre la chimenea una fotografía iría descoloriéndose, mientras las flores se marchitaban a su alrededor. La hija de los vecinos lloraría en silencio durante unos meses, para terminar casándose, tiempo después, con el hijo del panadero…
El bosque creció sobre el campo de batalla. La sangre de los muertos regó sus raíces que cubrieron como una mortaja verde los despojos de la guerra. De cuando en cuando una mina convertía a un corzo en charcutería instantánea, pero poco más turbaba el descanso del guerrero.
Edouard no fue un Héroe. Según contaba su esquela murió cumpliendo su deber…O tal vez es que, simplemente, su deber era morir.
Cien hombres más murieron allí el mismo dia. Nadie los recuerda hoy. Había obreros, dependientes, muchos campesinos y hasta algún escritor maldito. Las balas que los mataron no hicieron distingos. Nunca lo hacen. No son jueces, solo verdugos. No distinguen al malvado del bondadoso, al viejo del joven. Cien gramos de metal, una capsula de muerte de las que se facturaban millones en unas horas aquellos días, bastaban para acabar con 30 años de existencia y quien sabe cuántos mas de futuro.15 céntimos, el precio de un cartucho, eso es lo que valía entonces una vida humana.
En su lapida ponía muerto por la Francia, como hubiera podido decir Inglaterra o Alemania. Nadie muere por un nombre, sino por una bala. Como mucho puede matarte una idea, puesta en la cabeza de otro.
La guerra es un odio colectivo. Un asesino es generalmente un ser despiadado, un monstruo con forma humana. Pero durante una guerra, un ser humano, que en otras circunstancia jamás habría levantado la mano contra ti, te disparará solo por el uniforme que portas…y sobre todo porque si él no dispara antes probablemente pasará a ser el protagonista del funeral.
Esos días dos mil historias escribieron su último renglón, miles de futuros se borraron de su invisible muro.
Edouard Murió por nada, como muere casi todo el mundo. Nadie viene a poner flores sobre su tumba, solo la primavera. Tal vez fue amado, o puede que en realidad se tratara de un miserable. Hoy nada de eso importa a nadie, solo al bosque. Dentro de unos años la cruz, podrida, se quebrara. Sus restos se perderán bajo dos o tres otoños y alguna helada invernal. Y entonces, Edouard Ivaldi dejara de haber existido. Y con el aquel que lo mató, sin saber jamás quien fue aquel pequeño enemigo al que abatió.
Cuando era niño, recuerdo que ansiaba ser mayor. Para saber de todo. Creía
que los adultos tenían el secreto del conocimiento, que si te mandaban y te
decían que tenías que hacer era porque ellos no tenían dudas ya. Crecer era en
suma, en mi pensamiento, estar lleno de seguridades.
Con el tiempo te vas dando cuenta de que nada de eso es cierto. Pasan los
años y no bajó aún el espíritu santo a revelarte la verdad sobre las cosas. Y sabes
que ya nunca lo hará. Te diste cuenta de que tu eres ahora uno de esos adultos que te decían que hacer. Y que
en realidad no sabes que hacer. Y a poco que sigas el hilo de tu pensamiento,
comprendes que ellos, en su momento, tampoco lo sabían.
No, lo importante no era saber, sino
parecer que sabían. Y que no se notaran las dudas. Ese “Porque yo lo digo” tras
uno de esos insistentes “¿Y por qué?” infantiles era en realidad un reconocimiento de una derrota. Habías ganado,
pero tú por entonces pensabas que habías perdido.
Si cuando uno es “viejo” comprende ciertas cosas suele ser más por haber
cometido cien errores que por haber leído mil libros. Experiencia, lo llaman.
Seguramente nada es más importante. Y sin embargo nuestra sociedad a veces
parece querer negarnos ese don.
Sobre protegemos a los niños hasta que ya no lo son, y aún así seguimos
tratándoles como tales, hasta que llegado un momento, les abandonamos. Búscate
la vida, encuentra un hueco donde acomodarte, vive como un animal salvaje,
aunque sólo seas un pobre cachorro domesticado, que no sabe moverse demasiado
bien en esa jungla que es la vida laboral. Y luego nos extrañamos de que,
criados entre comodidades, pidan ayuda.
Si nos negamos(o les negamos) el derecho a cometer errores, nos arrebatamos
el premio a aprender de los mismos, a madurar, a convertirnos por fin en
adultos. Porque ser adultos, en primer lugar, significa asumir
responsabilidades. No es tanto una edad física como mental. Otra cosa es
hacerte viejo. Son conceptos que a veces se confunden en el tiempo y en el espacio,
pero que no son sinónimos.
Hacerte mayor. En esas dos palabras está implícito uno de los cambios más
radicales que cualquier persona va a sufrir a lo largo de su vida. Y va llegando en pequeñas dosis, sin apenas
darte cuenta de que está pasando, hasta el día en que, de repente, lo ves.
Hay un momento en la vida en que la perspectiva cambia. No es que dejes de
avanzar, pero es como si hubieras terminado de subir una larga cuesta y
comenzaras el descenso hacía el final del trayecto.No sólo eso, tienes la sensación
de que vas más rápido, que todo va más rápido. Y aunque quieres frenar, no
puedes.
Ser mayor es ir mirando cada vez más hacia atrás que hacía adelante, que te
des cuenta de que has perdido ya muchas cosas que jamás volverás a recuperar,
que sólo permanecen en tus recuerdos, cada vez más difusos.
Vas siendo consciente del aterrador paso del tiempo, de cómo la arena no
deja de caer, con un sonido tenue, pero imposible de ignorar, convirtiéndose en
la banda sonora, permanente, de tu subconsciente.
No eres viejo, aún, pero ya no eres joven. Ya
no eres joven, te repites, mientras comprendes las tremendas implicaciones de eso.
Y de que en el camino de la vida, ya no hay marcha atrás.
Y de pronto entiendes que nunca tendrás
tiempo para todo. Que de todos esos libros que has ido dejando para después,
muchos nunca los leerás. Y ahora recuerdas todas esas ocasiones en la que
perdiste el tiempo inútilmente, en todas esas oportunidades de hacer cosas que
dejaste pasar, en como desperdiciaste, sin sentido, tu vida. En suma, en como
dejaste de vivir, para dejar simplemente pasar la existencia. Pocos delitos tan
graves, pocos que tengan implícitos en si mismos tanto castigo. Una especie de
suicidio a plazos.
Hacerte mayor es, sobre todo, por encima de
todo, darte cuenta de que esa sensación de eternidad que teníamos de
jóvenes era una ilusión, de que somos
finitos, mucho más de que lo nunca pensábamos que fuéramos. Vas viendo irse
gente, cercanos y lejanos. La muerte ya no es algo que vieras casi como un mito,
la ves a tu alrededor, como una vecina incomoda y cercana.
Si uno lo piensa demasiado, es algo terrible.
La inexorabilidad de nuestro destino, el final seguro al que todos, tarde o
temprano estamos condenados, esa sensación de futilidad de todas nuestras
acciones. Por eso no hay que pensar demasiado, o terminaríamos creyendo que la
vida no es en realidad otra cosa que una larga carrera hacía la muerte. Que
Vivir es ir muriendo.
Igual, por eso, tenemos hijos. Es la forma
que tiene la vida de decirnos que aunque nosotros faltemos, algo nuestro
seguirá perdurando. Si nuestro talento
no nos permite crear grandes obras que sigan haciendo sonar nuestro nombre en
nuestra ausencia, al menos la naturaleza nos concede otra forma de
perpetuarnos. No somos nuestros hijos, pero una parte de ellos, somos nosotros.
Y hay más, mucho, mucho más…
Volvamos a nuestro pasado. Hasta donde seamos
capaces de llegar, a nuestros primeros recuerdos. En mi mente aparecen un atropello, un atlas, una
tarde de lluvia gallega, un viaje en el autobús, un recreo. Casi no son ya
imágenes, apenas destellos, unos cuantos fotogramas de cine mudo. La memoria se va, y nunca volverá.
De hecho alguna de esas cosas que recuerdas ya no son memoria, sino creaciones
de tu propio cerebro. Cada vez es más difícil estar seguro de que fue real y
que maquillaje mental.
Pero
aunque ya no estén ahí los recuerdos, una cosa permanece. Las sensaciones de
descubrimiento. Nada, ninguna otra cosa
que podamos ir extraviando con el tiempo es más dolorosa que la perdida de esa
sorpresa, de ese ver, sentir por primera vez algo.
Todos
intentamos agarrarnos a los últimos rescoldos de ese fuego casi extinguido.
Basta ver a esos ancianos sumergidos en la nostalgia de esos tiempos en los que
eran jóvenes. Y no, en realidad no echan de menos esos tiempos, echan de menos
esa edad.
Por mi
parte, si hay algo de lo que estoy orgulloso, por encima de casi cualquier otra
cosa, es ver que en mi interior aún sigue ardiendo la llama de la búsqueda. De querer
saber más. De perderme en el océano de internet, navegando entre artículo y
artículo de la wikipedia, en busca de
nuevos conocimientos. El día en el que
piense que ya se lo suficiente, que no hace falta buscar más allá, ese día, es
cuando de verdad estaré muerto. Aunque siga respirando.
La curiosidad mató al gato, pero a mí me da la
vida.
Regresemos
al presente. Más allá de esa perpetuación de tus genes, tener un hijo es precisamente
como una segunda oportunidad que nos da la vida. De volver a sorprendernos con la
magia del descubrimiento.
Porque si,
para tu retoño todo es nuevo…exactamente igual que para ti. Cada
nuevo paso que da él es un nuevo paso para ti, y cada día, aparece algo nuevo
que anotar. El marcador de recuerdos avanza a un ritmo frenético, con la
gratificación de que todos ellos son ahora compartidos.
Es una oportunidad tan enorme, que
desaprovecharla no es una opción. Paradójicamente algo que te hace mayor (ser
Padre implica una asunción de responsabilidades como casi ninguna otra cosa en
el mundo), es a la vez algo que te da nueva vida. Nada es nunca tan simple como
parece.
Y ahora, una vez expuestos ciertos temas,
vamos de verdad con el meollo de la cuestión.
Lo que no he perdido tampoco con la edad,
como podéis comprobar, ni un ápice, es mi facultad de divagar. Uno esperaría
que después de tres páginas, párrafo tras párrafo de densa escritura, el autor
hubiera comunicado, de algún modo, el sentido de este texto. Y lo hice, pero a
mi manera.
Mañana cumplo cuarenta años. Llevo desde hace
unos meses con eso en el pensamiento. Viendo acercarse las cifras en el horizonte,
cada vez más y más grandes. Se me antojaban una especie de puerta hacía la
vejez. Como si cumplir 40 años implicara volverme, de pronto, un anciano. Y por
mucho que intentaba no dejar que mi pensamiento se dirigiera en ese sentido,
sabía que mi cerebro proseguía con ese hilo, subrepticiamente, allá donde no
podía verlo pero si sentirlo. En los últimos tiempos cumplir años era un
placer, porque estaba gozando de la vida como nunca antes lo había hecho. No me
sentía más viejo, sino más pleno, no se acumulaban los años, sino las
experiencias... Pero ahora, de golpe, parece que todo se torcía por un simple
número. Nada más que un número.
Menuda gilipollez.
Pero sin embargo, sí que hay un momento este
año en el que mi existencia se transformó, para siempre. Y se justo cuando fue.
El dos de enero, a las 21:00, cambio mi vida.
Una hora y media después nacía Marco.
Ese espacio de tiempo, esa eternidad de 90
minutos, es el más terrorífico que he vivido jamás.
Aún me cuesta (y no creo que eso logre
superarlo jamás, esa sensación seguirá conmigo, para siempre) volver a recordar
a esos momentos sin que mi cuerpo se estremezca. De cómo ir a cenar una pizza
se tiñó de rojo, de ese miedo tan salvaje que nos asaltó, de ver como el mundo
parecía derrumbarse a nuestro alrededor.
Soy capaz de rebobinar a cámara lenta cada uno de esos instantes, de que
en mi mente resuene cada palabra, de resucitar la angustia mortal de cada uno
de esos segundos.
No recuerdo las caras de esos ángeles que vinieron a
salvarnos a todos (porque nos salvaron a todos, no sólo a mi hijo y a mi mujer)
porque en aquellos momentos hubiera sido incapaz de memorizar cualquier rostro.
Eso me jode, me jode muchísimo, porque si alguna vez me los volviera a
encontrar sería incapaz de darles las gracias como se merecerían.
Y luego, su marcha, mi soledad momentánea, la
soledad más enorme que he sentido nunca. Me recogieron, alguien que siempre
está ahí cuando lo necesitas, llegamos al hospital.
Allí, más angustiosa espera, una llamada, y
unos minutos de breve respiro, al poder ver qué madre y bebé estaban bien. Pero
empiezas a ver caras de preocupación entre el personal, sabes que no te lo
quieren decir, pero en sus rostros te lo están diciendo. Algo no va bien.
Y de nuevo, otra vez la espera, mientras en
el interior del quirófano se está jugando todo. Y entonces, como durante todo
ese tiempo, te vuelven a asaltar el
mismo pensamiento, una especie de pacto con el destino: si tienes que llevarte
a alguien, que sea a mí, pero deja que ellos vivan.
Ahora rememoro eso, llorando mientras escribo
esto (si, los hombres lloran, y pienso seguir haciéndolo, cada vez que me
emocione) y es cuando entiendo que lo de cumplir los cuarenta no es más que una
inmensa basura. Que en realidad, desde ese día, todo lo que viva es vivir de
más, que volví a nacer, y poca gente puede tener esa inmensa suerte, y sólo me
toca dar las gracias por tener esa oportunidad.
Se abre la puerta. Cuando a veces se dice que
una imagen vale más que mil palabras, nos quedamos cortos. No recuerdo tampoco
el rostro de la enfermera que salió, pero si su sonrisa. Esa cara de “todo fue
bien”. Antes de que dijera nada, pude
volver a respirar. Me dijo que ella estaba bien, que tenía que recuperarse de
la operación. Y que si quería pasar a ver al niño. La seguí, cojeando, física y
mentalmente.
Me dejó sólo, en un pasillo. Por un segundo,
pensé que se había equivocado, allí no había nada. Hasta que me giré. Y desde
allí, desde la incubadora donde reposaba de su llegada a un nuevo mundo, me
dirigieron la mirada más intensa que jamás he recibido. Porque sin realmente
mirarme la sentí dentro de mis entrañas. Y empecé a llorar.
Jamás he sido tan feliz como durante ese
llanto.
Este año ha sido uno de los más duros que
recuerdo. Comenzó de una forma abrupta, y desde ahí parece que decidió
continuar esa senda. No ha sido fácil, y estuvo lleno de altibajos, de muchas
noches en vela, dudas, cansancio, desencuentros y sufrimientos. Tener un hijo
es algo maravilloso, pero infinitamente complicado.
Y sin embargo, es imposible arrepentirse.
Semana a semana vas enamorándote de esa criatura que depende de ti, hasta el
punto que uno sola de sus sonrisas vale más que cualquier otra cosa que
sucediera en el día. Sabes que tu escala de valores ha cambiado, que cosas que
creías importantes no lo eran tanto. Eres diferente, de una forma que nunca se
podrá entender hasta que le suceda a uno. No es un secreto, pero no se puede
explicar. Te has convertido en Padre, y ese es el mayor de los títulos posibles
que jamás podrás tener. Al menos en mi caso. No creo que nada de lo que he
hecho o vaya a hacer, sea más importante que haber tenido a mi hijo.
Y ahora, cerremos el círculo. Volvamos a
aquel (ya tan lejano) párrafo con el que comenzaba esta historia. Ahora han
cambiado las tornas, y estamos viendo la escena desde el lado contrario. Un
mismo actor, haciendo los dos papeles, con unas cuantas décadas de diferencia.
Dicen que el mundo es un gran escenario, pero es inútil que esperemos los
aplausos al final de la función. Ya no los escucharemos, cuando suenen.
No, nunca sabremos todo. De hecho, lo más
cerca que estaremos jamás de la sabiduría es cuando comprendamos que cuanto más
sepamos sobre cualquier tema más dudas tendremos, y menos certezas. Y entender
que no se trata tanto de lamentarse por lo que no tuvimos, sino de disfrutar de
lo que tenemos.
Mañana se cumplirán cuarenta años desde que
nací. Hay partes para olvidar, muchas hojas en blanco, y desde hace un tiempo,
un frenético garabateo, en busca de recuperar el tiempo perdido.
También mañana se cumplirá un siglo del
nacimiento de Frank Sinatra. Y quiero terminar esto con una canción suya. Esperando
poder decir, al final de mis días, lo mismo que canta él, que viví la vida, mejor
o peor, pero a mi manera.
Fin
Posdata: Quisiera dedicar esto a una
maravillosa persona, @cchurruca,
que nos dejó hace unos días, demasiado pronto. Nadie puede vivir por otra persona,
pero si intentar aprovechar la vida al máximo, en su homenaje. Eso haremos, te
lo prometemos. Buenos días.