viernes, 30 de abril de 2010

Descríbeme

Estaban solos en la habitación. El y ella, ella y el, un par de vasos, una botella de Ginebra, hielo en abundancia y una música lenta envolviendo la atmósfera tenuemente, sin darse importancia.

Sentado en el sofá, el parecía intentar fundir los cubitos con su mirada, mientras esquivaba fijar la vista en el rostro de su compañera.

Enfrente, ella, extendida más que sentada sobre la silla, de una forma tan casualmente erótica que hacia imposible que fuera inocente, sus ojos convertidos en cañones de lujuria, capaces de derretir la resistencia de cualquier débil mortal al que hiciera su victima.

No hablaban, ni siquiera hacia falta. Ambos sabían, pero parecían no querer hacerlo saber. Tampoco se tocaron, temiendo provocar un fuego que lo envolviera todo y que nadie podría extinguir. Deseaban ardientemente quemarse, pero no querían resultar heridos.

Ella se levantó, mientras el inclinaba aun mas su cabeza. Caminó unos pasos, se giró, se apoyó ligeramente en el respaldo de la silla, volvió a mirar al hombre, y entonces, habló.

-Descríbeme.

El no reaccionó hasta unos instantes después, levantando el rostro, mientras sus ojos parecían lanzar una mirada de auxilio.

-Vamos, descríbeme- volvió a repetir ella.

-No se me dan bien esas cosas- dijo el mientras sacudía la cabeza.

-No es cierto- le replicó rauda, casi con furia en su tono-, te he leído, eres capaz de narrar historias hermosas, de crear poesía con tus palabras…no me digas que no eres capaz de decir como me ves, porque es falso, di que no quieres.

-No es lo mismo, escribir es mucho mas sencillo, no se te traba la lengua, no existen estupidos acentos de que avergonzarte, tienes posibilidad de borrar algo que no te quedó bien y reescribirlo… -volvió a sacudir la cabeza, con amargura.

-Inténtalo, atrévete, ¿de que tienes miedo? Te prometo que no me reiré de ti, si es lo que temes, demuestra de lo que eres capaz, deja de refugiarte en tu timidez, deja de decir que eres un soso, tienes sangre en las venas, hazla fluir por una vez..- detuvo su lengua un segundo, antes de agregar, con algo de maldad, -ten carácter, se un hombre.


-El carácter de un hombre es su destino- murmuro el, sin poder contenerse.

-Pues créate uno nuevo, o húndete con el- dijo ella, demostrando que su oído era tan fino como mordaz su lengua.

El silencio volvió. El la miró, como pidiendo clemencia, ella se la negó con un simple movimiento de su rostro.

-Mírame, y habla, vamos- la orden fue pronunciada con suavidad, casi con amor, como sabiendo que habiendo ganado la contienda, no había que abusar demasiado del vencido.

Tras un postrero y fallido intento de huir de su sino, tan innecesario como lógico, que ni siquiera llegó a pasar la barrera de sus labios, derribado por la mirada fiera de su interlocutora, el levantó el rostro, observó a su amiga, y empezó a hablar, medio balbuceando al principio, con mas firmeza a medida que las frases iban siendo desgranadas.

-Eres hermosa…y sin embargo…
Sin embargo, decir eso, sin faltar a la verdad en absoluto, no te hace justicia alguna.

En realidad a veces me da la impresión de que esa mascara de belleza exótica, casi céltica, que es tu rostro, no es mas que una fachada barroca, que tapa con su exuberancia algo mucho mas profundo y bello- Se detuvo por unos segundos, como cogiendo aliento-Tras ella, ocultas para la mayoría, que solo fijan su atención en lo mas llamativo, hay muchas cosas que reclaman la atención…y que conste, que no digo que tu cuerpo no me llame, puedo pretender ser sensible, pero soy un hombre, y negar lo evidente seria ridículo…- mientras decía eso, no pudo evitar esbozar una sonrisa picara, que se convirtió pronto en una mueca avergonzada.
-Eres lista, muy lista, mucho mas inteligente de lo que me imaginaba, mucho mas lista de lo que una rubia debería ser en la opinión de muchos (aquí volvió a su rostro la sonrisa irónica de antes)…también eres alegre, desbordante, demasiado para mi seguramente…

-Pero sobre todo, sobre todo…

Calló.

-Sobre todo ¿Qué?- le preguntó ella con curiosidad.

-Sobre todo…

Eres libre, más que ninguna mujer de las que conocí o conoceré. No tienes miedo al que dirán, ni siquiera te importa en lo más mínimo. Haces con tu vida lo que quieres, sin atarte a nada ni a nadie. Eres la dueña de tu destino, y lo sabes. Nunca habrá ningún hombre que te diga lo que tienes que hacer, tal vez, como mucho, algún compañero de aventuras, con quien gozar en compañía, pero sin el estorbo innecesario de ataduras impuestas entre vosotros…y sin embargo…

-¿otro sin embargo?- dijo ella casi risueña- ¿Qué sorpresa viene ahora?

-Sin embargo…al mismo tiempo das la impresión de estar buscando algo, no sabría decir que…seguramente, ni siquiera tu misma lo sabes. Pero lo cierto es que no pareces estar del todo en paz contigo misma, creo que sientes que te falta algo, y hasta que no llegues a dar con lo que es, seguirás danzando sin rumbo, peregrinando por la noche como una luna descarriada.

Como una abeja, de flor en flor- dijo ella, a modo de conclusión de lo dicho por su amigo.

-Si…como una abeja, con su aguijón incluido, presto a clavarse en cualquier incauto que ose molestarla o detenerla- le replico el con algo de saña.

-¿No tendrás miedo de sufrir tú el pinchazo no? ¿no serás de lo que en lugar de pensar en el premio, en esa deliciosa miel que aguarda a quien sabe recogerla solo puedes imaginar el peligro que supone llegar hasta ella, y por eso, ni lo intentas? Acotó ella con una leve irritación en el tono.

-Si, tal vez no quiera sufrir innecesariamente…o tal vez no este dispuesto a un pago excesivo por un placer demasiado efímero- le espetó el con rudeza.

-Ah, tu eres uno de esos hombres de una sola mujer…o tal vez lo que quieras en realidad, como la mayoría, es una mujer de un solo hombre.

El evito contestarle, a medias sin saber que decirle, a medias sin quererlo decir.

Intentando ocultar de algún modo su turbación, cogió la copa, la alzó y dio un sorbo largo, cerrando los ojos mientras tragaba el áspero licor.

Mientras bebía, perdido en sus pensamientos, una especie de rasguño insistente le despertó de su ensueño. Sonaba como…como…

Como una cremallera al abrirse. Y ese otro sonido, leve, casi inaudible, el que hacia la tela al caer mientras se deslizaba sobre una piel de diosa. No le había hecho falta escucharlo, sus ojos, ya abiertos, le habían mostrado todo lo que le necesitaba.

-Mientras decides que haces con tu vida, al menos por esta noche, permitirme esperarte cómoda- Exclamó con malicia, mientras se quitaba el sujetador.

-Y ya que estamos, acostada- prosiguió, mientras caminaba desnuda, dándole la espalda (y algo mas que ella) a su oponente- No tardes…si es que es eso lo que deseas…

Ahora estaba solo, y tenia que decidir si seguir estándolo, o entrelazarse sin medida ni limites con aquella princesa esquiva, que hoy se había interesado por el, pero que mañana le habría olvidado, para siempre. ¿ Que escoger, el paraíso por una noche, mas un recuerdo doloroso por una eternidad o la huida avergonzada, con la huella indeleble en el alma de haber perdido una oportunidad que nunca mas se volvería a presentar, de no saber realmente si eran sus convicciones o su miedo lo que había provocado un desenlace equivocado?

Sabia que no tenía demasiado tiempo para tomar la decisión, si quería ser el quien la tomara. Si ella se levantaba y se acercaba a el, simplemente con un roce de sus manos se habría terminado todo.

Se levantó. Miró a la puerta de la habitación, miró al pasillo. Volvió a mirar la puerta, y por un momento se imaginó el cuerpo desnudo de ella sobre las sabanas, su cabello a modo de santa aureola, enmarcando ese rostro diabólicamente hermoso…

Caminó, resuelto por fin. Abrió la puerta.

La de la calle. Por un momento, sintió que estaba cometiendo el mayor error de su vida. Iba a cerrar, a terminar con todo, cuando algo en su interior le dijo que tenía que volver. No podía irse así, no, no era justo…

Volvió a entrar. Sus pasos esta vez eran firmes, y no dudó un momento cuando la agarró, aferrándola con fuerza por el cuello.

Salio por fin, cerrando tras de si la puerta de la amargura, sintiéndose como Adán a las afueras del paraíso. Pero al menos, ella iba con el, pensó con un atisbo de esperanza, mientras seguía sujetando la botella de ginebra.

miércoles, 28 de abril de 2010

La enfermedad

Este relato es ante todo, un juego. Y es que nació por diversión, y sin rumbo alguno en su inicio.

El reto era el siguiente. Escogiendo (o dejando en realidad que el destino lo hiciera, ya que fueron seleccionadas por una mano inocente…dentro de lo que puede serlo la mano de una abogada) dos palabras, debía empezar y terminar con ellas el relato. Las mismas están sacadas, al azar, de Sinuhe el egipcio, uno de los libros de cabecera para el que aquí escribe. ¿Cuáles fueron las afortunadas elegidas? Epidemia y vi… ¿Qué saldrá de esto? Quien lo sabe, lo que la inspiración designe.


Epidemia.


La palabra maldita, apenas susurrada, casi como si el nombrarla fuera una suerte de invocación a la desgracia era ,a pesar de las ominosas sensaciones que transmitía , el centro de todas las conversaciones.


Se acercaba. Todos, incluso aquellos que intentaban ocultar sus temores apartándose del mundo real, dándole la espalda a lo cotidiano, refugiándose en placeres y goces sin fin, lo sentían.


Antes incluso de que su presencia física, tangible, llegara a acercarse a los limites de la población, fue su alargada sombra, el terror, quien hizo llenarse de tiniebla el alma de los ciudadanos. Las noticias, los rumores, incluso la falta de unos y otros, ejercían de mensajeros de la oscuridad, extendiendo el pánico a su paso, dejando tras de si el miedo en los corazones y la perdición en la mirada.


Ayer se oía que estaba en Rimini, hoy que asolaba Ferrara. Mas tarde se vería a alguien sacudiendo la cabeza con desesperación, mientras de sus labios se escuchaba “ya esta en Mantua”.


Por fin, llegó el inevitable día, no por esperado menos temido. Rebasando todas las barreras, el invisible y etéreo enemigo al que ninguna muralla era capaz de detener, había penetrado en la comarca. Castelnuovo había quedado convertida en una aldea fantasma. Los que no habían muerto huyeron, en busca de un imposible refugio, donde no les alcanzara el destino…una huida sin esperanza, porque con ellos, acompañándoles, iba la enfermedad…


De Castelnuovo a la urbe, solo mediaban un par de leguas. No, ya no quedaba dudar sobre si llegaría, solo restaba conocer cuando lo haría.


Entonces, como regocijándose con su poder, disfrutando sádicamente de placer que le proporcionaba el terror de los hombres, la peste se dio un descanso.


Pasó una semana, y nada pasó. Nadie cayó enfermo, nadie murió victima del negro mal. Esos días el silencio parecía ser el único habitante de la villa, se podían escuchar los latidos de los angustiados ciudadanos en mitad del desierto sonoro en el que se había convertido la población.


Pero entonces, cuando las primeras esperanzas empezaban a nacer en los sufrientes corazones, la maldita atacó.


Boselli, el ebanista de Porta Caeli , fue el primero. Tras el, toda su familia. A pesar de la clausura de su casa, la enfermedad no se detuvo. Primeros sus vecinos mas inmediatos, tras ellos todo el barrio, mas tarde la ciudad entera.


Día tras día, los carros transportaban su funesta carga, hasta la jornada en la que no quedó nadie para conducirlos.


Yo aguardé. No me asustaba enfrentarme al destino, pero no estaba aun tan loco como para acudir a su encuentro, prematuramente. Prefería apurar las ultimas gotas de la existencia, mientras a mi alrededor el mundo se derrumbaba.


Pero la fecha se acercaba, implacable. Y era inútil pretender resistirse, tan inútil como creer que deteniendo las manecillas del reloj uno logra parar el tiempo.


Alguien tocó la puerta. Era Fachetti, el sirviente fiel que tantas tardes invernales me ofreció la ultima copa antes de dormir, su figura enmarcada por la apagada luz de la chimenea. O tal vez ya no era el, sino una mera sombra de aquel ser que conocí.


Me miró, le miré. Sus ojos me dijeron en un instante mucho más de lo que podrían decirme libros enteros. De su boca surgieron vacilantes, casi inaudibles, como sin fueran pronunciadas desde el mas allá, dos simples palabras: “Te aguarda”.


Cayó sobre mis brazos y expiró.


Con delicadeza, lo dejé en el suelo, cerrando sus parpados, incapaz de soportar por un momento más el abismo insondable de su mirada. Me vestí con mis mejores galas, que tenia ya preparadas para la ocasión. Lo hice despacio, no tenia sentido tener prisa en esos momentos, cuando todo el tiempo del mundo estaba a mi disposición, con cruzar una puerta.


Y la crucé, cerrándola tras de mi, tirando luego la llave al pozo de la Piazza Della Madonna. Caminé con parsimonia, en mitad de la desolación, de una ciudad que ya no era más que un inmenso cementerio. Aquí y allá veías cadáveres, unos recientes, otros que ya habían comenzado a corromperse. En algunos casos, aun bullía algo de vida en su interior, pero no era más que una ilusión pasajera…


Mis pasos me llevaban, casi sin quererlo, hacia el Duomo. Sin rumbo que seguir, aquel era un destino tan bueno como cualquier otro.


Penetré en la plaza. Milagrosamente, ningún cuerpo manchaba aquel espacio, como si la muerte hubiera cedido ante Dios frente a la que era su casa, respetando lo sagrado del terreno.


Me sitúe ante la fachada, disfrutando de su belleza por última vez.

Solo. Todo aquel despliegue estético, toda la piedra transformada en arte por la magia de una mano humana, parecía en esos momentos concebido únicamente para mi disfrute, se podría pensar que la parca había querido hacerme un regalo de despedida, cediéndome ese honor.


Y entonces, escuché un sonido. Unos pasos, quedos pero firmes, se acercaban. Una sombra negra ocultó la luz a mi espalda, confundiéndose con la mía en el suelo, siendo una por un instante, por siempre.

Me di la vuelta, sabiendo, como nunca había sabido nada hasta entonces, lo que sucedería.


Y entonces, la Vi.


Este relato fue escrito entre la una y las dos de la madrugada de esta noche, que la benevolencia guié vuestro juicio y la nocturnidad sirva de atenuante y no de agravante…

martes, 27 de abril de 2010

Dignidad

A veces conviene detenerse un instante, descansar el cuerpo, abrir la mente, trascender por encima de las miserias cotidianas y abandonar nuestro espíritu a merced de los latidos del corazón y los recuerdos del alma.

En esos momentos descubriremos, tal vez con sorpresa, lo inmenso de nuestra soledad en este mundo. No se trata de que el mundo nos odie, no es que la gente sea (aunque en ocasiones así suceda) egoísta, desconsiderada o desalmada. No. Simplemente nuestros sentimientos, sufrimientos, dolores, amarguras (y si, también nuestro gozo y nuestra alegría), no son intercambiables, son únicamente de uso personal.

Aunque tengamos el alma pura, aunque nuestra sensibilidad se desborde, aunque intentemos ponernos en la piel del otro…jamás podremos lograrlo, al menos en toda su intensidad. Podemos creer comprender como se siente el otro, pero en realidad sabemos que solo es eso, un creer, un intentar, no un saber, no un conseguir.

Nunca vas a saber como me siento, nadie va a adivinar como te recuerdo…si pienso en ti siento que esta vida no es justa...”

Puede que si, que sea injusta…o puede que tal vez simplemente sea.

Y puede que si seguimos pensando, y avancemos a través del futuro, nos demos cuenta de la única verdad eterna, indiscutible y absoluta de nuestras vidas. Que al final, perderemos, que nuestra carrera por la vida solo tiene una conclusión, y es para todos la misma…y nadie gana.

Uno se puede amargar por eso, uno puede desear luchar contra el destino inevitable, insultar a quien juega con los dados marcados con nuestra vida…o puede vivirla con dignidad, sabiendo que al menos es la forma más honorable de transitar por el camino de la existencia. Uno puede perder, pero perder con clase, no esta en manos de todos.

domingo, 25 de abril de 2010

Carta de Suicidio


 Cuando leáis esté relato, veréis que hay cierta conexión con el anterior...no demasiado difícil de encontrar, ciertamente.

Cuando leas estas líneas, mi cuerpo habrá empezado a realimentar de nuevo la eterna cadena alimenticia. Espero que los gusanos que engorden con mi ADN no hereden mi estupidez congénita que en el va impresa, pero total, siendo un gusano necrófago, no creo que nadie notara la diferencia. Si, que ya se que esto es una carta de suicidio, no una novela, y que siempre me voy por las ramas (seguro que incluso ahora, con mi cadáver aun palpitante, me estas recriminando mi exceso de floritura verbal…tal vez con una lagrima en la mejilla, una mota de polvo, seguramente), pero, hija, si ni siquiera ahora me puedo dar el gustazo de excederme en la narrativa, mejor morirse.

Anda, pero si es lo que hice, que cosas (perdona esta muestra de humor negro, uno no puede evitarlo).

Entiéndeme, no te culpo de nada, no me suicide por que me sintiera culpable (como mucho culpable de ser un cobarde, un hombrecillo patético y sin sangre, no niego que de eso si que siento vergüenza…aunque precisamente el problema era ese, tener demasiada) de nada respecto a ti, ni porque tu me hicieras algo que me llevara a pensar que la vida carecía de sentido. La vida carece de sentido, pero por otras muchas cosas.

No, esto tiene que ver mas con que simplemente encontré la luz. No, no es que diera por fin con el interruptor (deberías dejar de usar conmigo esa vena sarcástica, me podría llevar al suicidio…ji, ji, ji), me refiero a que por fin fui iluminado, maduré, y he visto lo que soy y lo que valgo. Y, francamente, como ser comprometido con la sociedad y su mejora, no puedo evitar sentirme impelido, como deber cívico, a quitarme de en medio. La sociedad ya esta bastante llena de seres patéticos, ignorantes, pedantes y absolutamente prescindibles (aunque ellos puedan pensar lo contrario, pero ya se sabe que hay mucho ególatra en la raza humana y sus inmediaciones) como para contribuir con mi presencia, ya demasiado prolongada, al colapso de la misma.

No llores demasiado por mi marcha, afearía tu cutis, lo mejor que puedes hacer, de verdad, es encontrar a  otro hombre que te merezca mucho mas que yo (lo cual no es difícil), alguien que este a tu altura, y que sepa merecer tu aprecio y estima. Creo que Kim Jong-il aun esta soltero, seria un buen partido, muy acorde con tu personalidad además.

Bien, vale, que no me enrollo más, te prometo que esta va a ser la última vez en mi vida (si, reconozco que mi sentido del humor nunca fue mi fino, pero es que este tipo de bromas solo se pueden hacer una vez en la vida, entiéndelo…), solo me gustaría pedirte que dejaras resuelto algunos asuntillos que me deje a medias.

Cuando mi jefe te pregunte sobre un par de millones de Euros que se ve que se han traspapelado en el ultimo balance, dile que en cuanto me levante, se los devuelvo(o que se los pida a las chicas del Club “Amazonas Salvajes”, que pregunte por Paquito, es como me conocen por allí, me nombraron cliente preferente, si hasta tengo un cuarto propio, imagina).

Sobre la casa, decirte que me la ganaron jugando al Poker. Vale, desahógate, pero hija, entiéndeme, que tenia poker de reyes, era una apuesta imposible de perder…pero no te preocupes, DonVito, el tipo que me la ganó, seguro que llega a algún acuerdo contigo, es muy majete, siempre esta diciendo cosas como “te voy a hacer una oferta que no puedes rechazar”.

Y creo que ya no me queda nada más que añadir, espero que seas feliz, mucho.

Posdata: Habrás notado que por fin debe bajada la tapa del Water, ¿eh?(es que así era más fácil alcanzar la soga).

Posposdata: Pero se me olvidó tirar de la cadena…

viernes, 23 de abril de 2010

Digno fín


Las bombas estallaban por doquier en el horizonte, con sus bellos y mortales hongos abriéndose hacia el cielo con majestuosa maldad. Sin embargo, mientras acariciaba a su gato Puchi( estúpido nombre, una de las herencias amargas que su difunta mujer le había dejado, junto con el cubrecamas de papa Noel y la botella de anís del mono), y por primera vez en su vida, no sentía miedo.

Ya no tenía que pensar mas en el futuro, en el diario tormento de levantarse, vestirse, trabajar, desnudarse, acostarse y así eternamente durante los últimos veinte años. No tendría que estrechar mas manos de gente a la que despreciaba y que le despreciaban, no tendría que sonreír hipócritamente a ningún cliente majadero y desde luego no tendría que sufrir mas al inútil de su jefe, al que dia tras dia había llegado a apreciar en su justa medida(o sea, mejor que a una diarrea crónica y peor que a una cucaracha).

Sin embargo, había algo, una mínima mota de inquietud en su mente que aun le preocupaba.

¿Qué diría, que haría justo antes de fenecer? No, en modo alguno le asustaba el hecho de morir, es mas, una de las ideas que le reconfortaban mas durante el castigo continuo que fue su matrimonio era la esperanza en una muerte rápida y sin dolor (curiosamente justo lo contrario que lo que le deseaba a su amada esposa).

Pero para una persona como él, a la que la vida le pasaba delante de sus narices como un autobús con las puertas cerradas, la idea de morir como vivió le desagradaba extremadamente.

Él quería, al menos en ese postrero momento, mostrar una dignidad que hiciera honor a sus apellidos (nunca alguien apellidado Galán Valiente mostró menos de ambas características).

Se detuvo a meditar, confiando en que aún disponía aun de unos minutos para pensar, antes de que la siguiente bomba cayera lo suficientemente cerca.

Tal vez seria bueno citar a alguien famoso, estilo Napoleón o Cesar, aunque el Veni Vini Dici no le parecía demasiado apropiado en ese momento.

O si no, declamar alguna elegía al mundo, despidiéndose con poesía de los dones de la naturaleza.

Mejor aun, podría...en ese instante, llegó.

Sin llamar la atención, creciendo en su interior de forma ruin y sibilina, estalló de repente en un delirio de dolor que le hizo agarrarse él estomago.

Sí, justo entonces, tenía un apretón.

Intento resistir con valentía, con tremendo esfuerzo, gesto desencajado y sudor frio en el rostro.
Pero fue inútil. Velozmente se dirigió hacia el lavabo, y allí se sentó desesperado en el mal llamado trono.
Intento terminar deprisa, pero sus intestinos se negaban a obedecerle. Luchó y luchó, pero sin éxito, hasta que su organismo no consideró llegado el momento, nada salió de esa inútil batalla.

Mientras se limpiaba apresuradamente, llegó el estruendo. Le quedaban 3 segundos de vida. ¿qué haría? 2, 1.......

Tiró de la cadena.

miércoles, 21 de abril de 2010

Locura


-Hasta mas allá del  tiempo te seguiré, por encima de las montañas, cruzando el cielo como el ave, por debajo de los mares, como un delfín, de noche y de día, en el frío invernal, en el estío ardiente, en la vida o en la muerte, pero jamás nada volverá a separarnos, jamás.

-No lo entiendes John, nadie nos puede separar, porque no estamos juntos, nunca lo estuvimos, solo en tu mente, solo en ella.

-No, no digas eso, me haces daño, y es mentira, mentira, ¿es que no recuerdas esos paseos en barca en el lago de central park?¿aquella vez que fuimos a la estatua de la libertad?o cuando corríamos descalzos sobre el césped, girando abrazados, felices de estar vivos y juntos...no, todo eso sucedió.

-No John, no, tu jamás has estado en Central Park, ni siquiera en Nueva York, desde los 5 años estuviste ingresado en el hospital psiquiátrico...y nunca has salido de el.

-¡ mientes¡, mientes...yo he vivido...he vivido todo eso...¿cómo puede ser falso todo, cuando esos recuerdos son infinitamente más nítidos que las pesadillas de las que me hablas? no, incluso si fuera cierto lo que dices, prefiero seguir soñando...para siempre, y en mis sueños estarás a mi lado, volando juntos hacia las estrellas...

-Si eso deseas, allí estaré, mi espíritu permanecerá contigo, y nunca nos separaremos...

Guardia: se acabo la hora de visita

-Adiós John, adiós para siempre...o no, mejor hasta pronto, sueña, sueña por todos nosotros que nunca podremos, y vive por nosotros, por siempre...

-Adiós Susan, adiós...(en silencio, habla con el Guardia: salgamos, y cierre bien la puerta, la pobre loca aun piensa que esta cuerda, quien sabe que podría pasarle en este miserable mundo)…

martes, 20 de abril de 2010

Elevando catedrales

Mas alto, mas grande, mejor. La competencia por hacer siempre algo diferente, ya sea por su belleza, tamaño (o por cualquier otra peregrina razón), de lo que otros tienen, por edificar alguna obra que permita que se conozca o recuerde un determinado lugar por los siglos de los siglos(amén) y que perdure, mucho después de su muerte, la memoria de los responsables de la misma, ha sido muchas veces , junto con la fe religiosa(elemento que desdeñamos ahora, pero que tenia una importancia capital en otras épocas, alguna no tan lejana), la responsable de autenticas “batallas” arquitectónicas, como las protagonizadas en Francia durante el medievo. Lo malo es cuando en pos de conseguir el triunfo, se traspasan los límites, se pretende superar a la técnica del momento, se quiere construir sin que ni los materiales ni los conocimientos de la época estén a la altura. Al hacer eso, la catástrofe es inevitable.

Los habitantes de la pequeña ciudad de Beauvais, a unos 90 kilómetros de Paris, estaban decididos a pasar a la posteridad con la edificación de su catedral. Así que pusieron manos a la obra, para construirla lo mas alta posible. Desgraciadamente, este empeño ocasionó que durante la construcción, debido a que los pilares que tenían que sostenerla eran demasiado frágiles (a causa de que se hicieron excesivamente esbeltos), la bóveda se derrumbara en dos ocasiones, en 1247, a comienzos de la obra, y en 1284.

Para esa época ya se había terminado el impresionante coro, el más alto del mundo.
Pero ahí no terminó el asunto. Sin escarmentar por lo sucedido, imbuidos del espíritu de los míticos constructores de Babel, continuaron con su particular fiebre de las alturas, por llegar más cerca del cielo que ninguno de sus vecinos. Y como la catedral de Amiens tenía una flecha de piedra, elevada sobre el crucero, de 111 metros de alto, ellos decidieron que su aguja iba a llegar a los 150. Y llegó.

Cuando se concluyó, la torre se antojaba similar a un vertiginoso rayo pétreo que desnivelaba la visión de la iglesia y provocaba que los incrédulos visitantes elevaran su mirada, dirigiéndola al cielo, admirando la proeza y el atrevimiento de quienes la realizaron. Pero...la ambición de la empresa fue excesiva, y la aguja ya no existe, desde hace más de cuatro siglos, exactamente desde 1573, cuando la etérea estructura se derrumbó, causando un ingente número de muertos.

Para alguna seria el justo castigo por la soberbia de sus constructores, para otros, una triste muestra de los límites de las fuerzas humanas, sin embargo, yo al menos no puedo evitar sentir admiración, por ellos y por la raza humana en su conjunto, somos el único animal que erramos y volvemos a hacerlo. La constancia, el no cejar, el volver a intentarlo por encima de todo, es uno de los grandes valores que la humanidad tiene, que nos hace superarnos y llevarnos a conquistar lo imposible.

Pero…lo que hay es que pensar bien por que causas merece perseverar, proseguir en el intento, y en cuales esto no es mas que cabezonería absurda, ya que si algo falla, es porque igual no es bueno, esta mal. Claro que, si supiéramos diferenciar cuando merece la pena seguir y cuando la renuncia es la mejor elección, tal vez no seriamos hombres…


Apéndice documental:

-Vista de las bóvedas del coro.

-La torre ante de su caída.

-Skyline de Beauvais en la actualidad.

Algo huele a podrido en Dynamalka

Cambio de tercio, ahora un poco de "humor absurdo" (vale, un intento).


Algo huele a podrido en Dynamalka. No es extraño, con la maldita costumbre de no enterrar a los muertos. Si, eso de dejarlos corromperse a la vista de todos es sin duda una buena medida para que uno sé de cuenta de la futilidad de la vida, pero resulta algo desagradable a la mirada(y no digamos al olfato).


Pero desde que al vigesimonono postfeta del reino, Dionisio de la parra(un nombre muy apropiado para alguien capaz de beberse dos litros de vino en cada comida), se le ocurrió que se recordaba mejor a los muertos de cuerpo presente que introduciéndolos en una tumba(por otro lado algo muy lógico), no se enterraba a nadie en Dynamalka. Los pobres sepultureros se quedaron sin otra cosa que hacer que hablar de filosofía con calaveras(otra de las típicas tradiciones autóctonas).


Y eso no es lo peor, sino que con los difuntos ocupando cada vez mas espacio, los vivos se han ido mudando a otros lugares, mas libres de muertos(los cementerios).


Por cierto, si alguien desconoce que es un postfeta, le diré que es un cargo que solo se halla en este bendito país, y es después del rey y del Garçon del pis(¿qué queréis?,El monarca tiene incontinencia urinaria) él más importante del reino. Antiguamente, lo que existían eran profetas, pero el rey Okan el benevolente, abuelo del actual gobernante, decidió, mientras asistía a la ejecución del octavo profeta(bajo su reinado), que eso de intentar conocer el futuro era algo demasiado inseguro, y que adivinar sobre el pasado seria sin duda mucho mas efectivo(el sobrenombre de benevolente viene del hecho de que a los profetas, antes de arrancarles el corazón ,sin anestesia, les sacaba los ojos, aplicando el famoso dicho de que ojos que no ven, corazón que no siente).

Sin embargo, a pesar del poder que detentan, no es sin duda la más solicitada de las profesiones. Tal vez tenga que ver con el hecho de que la duración media en el cargo es de 3 meses(durante el famoso verano negro, coincidiendo con el ataque de gota del anterior rey, Mokan el magnánimo, se sucedieron 4 postfetas en dos semanas).De hecho su designación se realiza por medio de una lotería, que como todos los juegos en Dynamalka están bajo el control de los orientales. De hay que se halla extendido últimamente un nuevo proverbio:``le toco la china´´, para referirse a que fuera designado como Postfeta.

En el sorteo participan todos los ciudadanos mayores de edad (o sea, con 45 años cumplidos).Por supuesto, las mujeres están excluidas del mismo(solo la idea de que una mujer pueda controlar los destinos de un país provocaría un ataque de risa en cualquier Dynes, solo superado por el que le daría si le dijesen que la tierra es esférica y da vueltas alrededor del sol).

Sin embargo, su palabra era la ley, al menos mientras mantuvieran la lengua dentro de ella(y no en la canasta del verdugo, que es donde terminaba invariablemente). Entre otras leyes dictadas por ellos en estos últimos años(edictos familiarmente conocidos como Postres)se encontraban la de la lapidación del que pronunciara el nombre de Dios en vano(algo bastante complicado por otro lado, ya que el Dios de los Dyneses era Nabuconodosorcitotigraspileser, señor de las aguas fecales y los pasteles de boda, y no me preguntéis por que), el emparedamiento de las esposas infieles(decreto que se retiró mas tarde, debido a la falta incipiente de cocineras y limpiadoras), y el empalamiento de Bujarrones y otros desviados(los dyneses tenían un gran sentido del humor, al palo que usaban para la ceremonia lo conocían como el Cipotazo).


Pero posiblemente la más importantes de todas las leyes dictadas fue el llamado Decretazo,bajo el postificado de Alberto el ciego. Este sabio y santo varón, al que una desgraciada desdicha no le había dejado disfrutar de las bellezas de los cuerpos femeninos, y solo conocía de las mismas su parloteo, promulgó la ordenanza mas aplaudidas por los ciudadanos varones(o sea, todos) de Dynamalka. Las hembras solo podrían hablar bajo consentimiento masculino, y la mujer que incumpliera la regla se vería desposeído del arma de delito(o sea, la lengua).Desde entonces la vida en Dynamalka es un remanso de paz las multitudes acuden a contemplar tan milagroso lugar y todos los hogares han sido bendecidos por la felicidad eterna. Si alguien osara levantar su voz en contra de la misma, difícilmente alguien la oiría(eso de intentar hablar sin lengua es algo complicado). En fin, como decía al principio, algo huele a podrido en Dynamalka, y yo no he sido caballero, así que ......

domingo, 18 de abril de 2010

Amantes

Esos ojos que me observan fijamente

Y me piden que les diga que te quiero,

Y me niego, y te miento, y mi mente

Se rebela ante esto, y es un coro

De reproches interiores que se agitan quedamente

En mi silencio, pues no hablo en un puro

Sin sentido, y sufrimos por cobardes ciegamente,

Nos sentimos miserables y aunque adoro

Imaginarme que te beso, solamente

Es un sueño, un deseo irrealizable, y me muero

Por decirte lo que siento, que te amo eternamente,

Y por eso y por todo yo te ignoro

Y te pido que me dejes, que te alejes, como amante

Yo no sirvo, yo no valgo, no soy duro

No soporto la mentira y prefiero no tenerte

Que tenerte de esa forma despreciable, como mero

Sustituto de otro hombre que no supo mantenerte

Enamorada, si es amor el acto impuro,

Desgarrado, puro sexo en piel caliente

Que nos ata y nos deja sudorosos pero

Juntos, con tus pechos montaraces que rebotan fieramente

Y tu trote acompasado es un gozo, un conjuro

Tan salvaje que me tienta dulcemente

Y yo caigo...y caemos, pero juro

Que es el fin del este deleite

del placer desenfrenado que es un muro

De sensuales sentimientos de erotismo trepidante

Pero eso se ha acabado y de ti abjuro

Y te digo adios por siempre, aunque siempre quiera verte

En mis noches, en mis dias, porque yo tu cuerpo admiro

Y quisiera estar contigo en un mundo mas clemente

sábado, 17 de abril de 2010

No hay guerras hermosas

John odiaba el caqui, horrible color que le hacia parecer todo el día como manchado de barro. Y a esa basta tela con la que confeccionaban los uniformes, apta solo para fabricar sacos.
Echaba de menos los hermosos días de antes de la guerra, en la que los uniformes lucían espléndidos, con sus casacas rojas y tocados con hermosos salacots, y no con ese estúpido casco de acero, burda imitación de los yelmos del medievo. ¿Qué diría Lady Maryam si lo viera de esta guisa? ¿Qué pensarían sus compañeros de Eton?, Daba gracias al altísimo por ahorrarle esa humillación. Pero no acababan ahi los cambios que esta maldita guerra estaba causando en el antiguamente marcial y noble ejercito británico. En vez de caballeros educados en Oxford, los nuevos oficiales eran simples contables, profesores e incluso, que deshonra, tenderos. Y lo más triste de todo, su regimiento, el 1º de lanceros de Glouscestershire, ¡ estaba combatiendo a pie¡. Los generales hablaban de que la caballería tenia sus días contados,¡ menuda sandez¡.

De repente se oyó un silbato lejano.

La señal. Poco después se oyó otro , y más tarde otro, cada vez más cercano. El regimiento se ponía en marcha. Le toco su turno a John. Tras tocar el instrumento, subió la escalerilla y salió de la trinchera. A los lados sintió la presencia de los hombres de su compañía, silenciosos, ceñudos, buenos soldados ingleses. Comenzaron a marchar entre la espesa humareda, fruto del bombardeo preliminar. Poco a poco iban contemplando los cráteres producidos por las bombas, cada vez más abundantes, hasta que , como por sorpresa, llegaron al talud de la vía. Les habían comunicado que las posiciones enemigas se encontraban a doscientas yardas una vez sobrepasada la línea férrea. Con suma precisión, John espero a que su reloj marcara las 7:15, y entonces en el momento que soplaba de nuevo el silbato, esta vez de forma mas prolongada, el sonido ensordecedor de cientos, miles de voces masculinas,se elevo al mismo tiempo. Los hombres ascendieron gritando, y gritando continuaron mientras descendían por el otro lado. Y continuaron gritando mientras corrían enloquecidos entre los cráteres, alambradas y cadáveres.

Pero esos gritos eran ya en su mayor parte de dolor y sufrimiento. La neblina se había disipado ya a este lado del talud, y las ametralladoras alemanas, brillantes y letalmente hermosas, recorrían las líneas de asaltantes, trazando a su paso rojos renglones de muerte. John corrió con su revolver en la mano, Animando a sus hombres, hasta que el destino le hizo ser el objetivo de una de las ráfagas. Mientras caía, divisó como algunos de sus hombres conseguían llegar hasta la primera trinchera, acabando con los defensores.¡ Bravo muchachos, una gran victoria para el Imperio ¡

Mientras la conciencia y la sangre le iban abandonando a la par, y sin saber por que motivo, El capitán John Smith pensaba en elefantes, en grises elefantes de grandes colmillos. Ah, tal vez era por la conversación que había sorprendido esta mañana entre dos curtidos veteranos:

- Estos novatos son carne de cañón, no duraran ni dos días
- Tienes razón, no han visto el elefante, ni creo que lo lleguen a ver

¿A que elefante se referían? ¿Cómo podían tener elefantes los alemanes? Debía ser alguna clave secreta. Antes de perder por completo el sentido, y entre las nubes que se formaban en sus pupilas, miro a su alrededor. No pudo ver nada mas que cadáveres, docenas de cuerpos caquis, caídos en posiciones imposibles, enredados entre las alambradas, muertos, todos muertos. Pero lo que más terror le causo a John, algo que se le quedo grabado mientras convalecía en el hospital, e incluso cuando años después despertaba estremecido de madrugada a causa de una pesadilla, eran los ojos. Ojos vacíos, sin vida, que no comprendían el porque de su muerte, ojos acusadores, ojos que le miraban interrogándole, ojos a los que oía hablar sin voz, con gritos de silencio.

Parte del día 12 de Abril de 1915

- En el día de ayer, tropas británicas recuperaron mas de quinientas yardas de terreno, conquistando varias líneas de trincheras enemigas a lo largo de dos millas de frente, y causando grandes bajas entres los alemanes, a costa de moderadas perdidas en nuestro bando. Se conceden por este motivo la Cruz Victoria al valor, a titulo póstumo, a los ..........

Este es un poco mi homenaje a Sin novedad en el frente, una de las novelas que más me impactaron, que recomiendo a cualquiera con un mínimo de sensibilidad

viernes, 16 de abril de 2010

Su palabra se convirtió en ley y la ley en mi palabra

Muchos otoños han dejado caer sus hojas desde que ella murió, y aun ahora me parece estar viéndola junto a mí en el momento de escribir estas líneas.

Su rostro de rasgos duros y decididos me mira mientras esboza una ligera sonrisa, como riéndose de mis vanos esfuerzos por olvidar su recuerdo.

Y hace bien porque es inútil, nadie que hubiera tenido oportunidad de conocer a Mariel podría alguna vez dejar de recordarla, y yo, que fui su único amor, la única persona que la conoció de verdad más allá de su imagen publica, apenas paso unos minutos sin soñar con ella, sin pensar en ella, sin llorar por ella.

Se me aparece de repente la imagen de nuestro primer encuentro, cuando, en mi impetuoso galopar por mitad del bosque tras los pasos de un ciervo herido, un claro surgió de repente, y dentro del claro, una cabaña.

Allí, tendido en tierra con mi dardo clavado en el lomo, un macho de grandes astas agonizaba mientras una mujer, oculto su rostro por una larga melena, acariciaba con suavidad su cabeza.

En mi arrogancia juvenil le grite que se apartara, mientras introducía otro dardo en la ballesta, decidido a acabar con el sufrimiento de la bestia y cobrar tan valiosa pieza.

Pero ella ignoro mis palabras, y continuo en su labor sin ni siquiera una palabra de protesta o una mirada de suplica.

Enfurecido, baje de la montura y me dirigí hacia ella, apartándola de un fuerte empujón.

En ese momento, mi vida y la de mi reino cambio por completo, para nunca volver a ser igual.

Pues su rostro se mostró a mis ojos, su mirada traspasó mi alma y mi corazón fue suyo, y desde entonces su palabra fue ley y la ley mi palabra.

El que el hijo del rey se desposara con una extraña joven que vivía solitaria en una cabaña en mitad de la misteriosa floresta fue objeto de murmuraciones, rumores de brujería y habladurías de comadres solteronas, y a fe mía que a pesar de mi inquina contra tales sandeces propias de mentes estrechas e ignorantes en esta ocasión no podía dejar de entender su aparición.

Pero el poder de Mariel no estaba en sus hechizos, que no poseía, ni en sus pócimas, que no usaba, sino en la fuerza que irradiaba de su rostro y la voluntad que iluminaba sus ojos.

Y fue gracias a ella, a su hábil dirección, sus sabios consejos y su eterna confianza en mi, pobre y ridículo heredero de una dinastía decadente y fatua, mas dedicada a la caza y los banquetes que al bienestar de su pueblo, que a los pocos años de subir al trono, nuestro reino( y digo nuestro porque lo consideraba y aun lo considero más suyo que mío) se había alzado floreciente como no lo estaba desde muchas generaciones atras, las cosechas eran abundantes, el clima benigno y la alegría se mostraba en los rostros amables de los campesinos.

El pueblo adoraba a su reina, y su reina vivía por él.

Mas nada es eterno, y los días felices terminaron bruscamente.

El reino vecino, más grande, más poderoso y gobernado por un rey ávido de riquezas y amante de las batallas , con una burda excusa invadió nuestro territorio, y en medio de crueles derramamientos de sangre, incendios y saqueos, avanzó con facilidad hasta presentarse un dia delante de las murallas de la capital.

Todo estaba perdido, los reducidos restos del ejercito, desmoralizado, apenas podían pensar en defender la ciudad, llena de aterrados refugiados, de las hordas siniestras del rey oscuro.

Y en la hora más aciaga, cuando la noche moría y el amanecer daría paso a un dia rojo de sangre y fuego, ella se acerco a mí, beso con amor mis labios y me dijo que partía.

No, pensé, ella no podía abandonarme también, podía perder mi reino sin que mi mente se nublara, pero si la perdía a ella el corazón me estallaría en mil pedazos y la vida se convertiría en noche eterna.

Sin embargo, de repente comprendí que sus palabras no eran las de un cobarde abandono, sino la de una dulce despedida.

La busque desesperado, pero ya no estaba en palacio.

Sonaron las trompetas. Todos, villanos y nobles, valientes y cobardes, nos dirigimos hacia las almenas, la hora final había llegado.

Y la vimos. En mitad del camino entre los recios muros de piedra y las toscas tiendas de los enemigos, ella, indefensa y sola como una oveja entre una manada de lobos, aguardaba el avance de los salvajes guerreros.

Tan sorprendidos como nosotros, permanecieron expectantes, aguardando las ordenes de su vil general.

Dudoso al principio, una sonrisa rastrera surgió de su rostro mezquino.

Acercándose a uno de sus ballesteros, le arrebato el arma, apunto con esmero, y dejo que la saeta, inconsciente aliado de tan horrendo crimen, se clavara con furia en el pecho de mi amada.

Y así expiró, sin un grito de dolor, ni una palabra de despedida.

Pero su cabeza si se giró hacia la ciudad, y sus ojos me miraron por ultima vez.

A mí. Y a todos. Cada una de las personas que nos encontrábamos allí ese dia, sentimos que esa mirada iba dirigida a nosotros, que nos obligaba a luchar por lo que era nuestro, y a no dejar que su muerte fuera en vano.

Y no lo fue. Tras unos segundos de silencio y conmoción, al que siguió un horrendo rugido de alegría entre las tropas enemigas, como si de una manada de hienas se tratara, una sorda cólera invadió nuestras mentes. Hombres y mujeres, ancianos y niños, incluso los enfermos y los heridos, con armas improvisadas y a manos desnudas, salimos por las puertas, mientras los soldados atacantes se miraban entre ellos sin poder explicarse lo que estaba sucediendo.

Y, cuando tras una lucha en la que no se concedió cuartel y de la que ninguno de ellos pudo volver a su hogar para relatar su derrota ,la cabeza del tirano se elevó sobre un poste en medio de los cadáveres de sus guerreros, mientras su anonadada mirada permanecía como mudo reflejo de una sorpresa inaudita.

Después de la batalla buscamos el cuerpo de Mariel inútilmente. Como por arte de magia se había desvanecido, como si ella y todo lo que significara no hubiera sido nada mas que un hermoso sueño.

Los años transcurrieron lentamente a partir de entonces. Con el tiempo el país resurgió de sus cenizas, y aunque nunca volvieron esos dias en los que ella estaba entre nosotros, que se convertirían en una edad de oro más propia de leyendas que de historias reales, la paz volvió a reinar en la tierra.

Ayer, presa de la nostalgia, volví al lugar donde la encontré aquella lejana mañana.

El claro seguía allí, pero ninguna cabaña se mostraba ante mis ojos, ni nada hacia pensar que en algún momento algún humano hubiera morado en aquel lugar.

Pero ese era el sitio. La cornamenta del ciervo permanecía allí, casi oculta en una envoltura de enredaderas que mostraban sus rojas flores abiertas.

De la muerte nacía la vida.

Y por fin lo recordé. Cada vez que estaba con ella un borroso recuerdo de infancia pugnaba por aparecer en mi mente, pero mi memoria lo olvidaba sin haber dejado mas que una tenue mancha de su presencia.

Era una especie de canción que decía así:

De la abierta herida de un animal

El alma de país, su sentimiento,

Surgirá en la hora amarga de la necesidad,

muriendo por salvar al pueblo

de la misma muerte de la que nació

en un eterno circulo sin fin

jueves, 15 de abril de 2010

Nacimiento

Uno no sabe nunca demasiado bien por que hace las cosas, ni si hace las cosas como debe, ni si hace lo que debe hacer. Unas veces dejo que me arrastre el viento, otras no me deje arrastrar cuando seguramente hubiera sido lo mejor.


Pero esta vez al menos, si tengo respuesta. Si alguien se decide a preguntar el motivo de llenar Internet con un poco mas de hojarasca, de inundar la red con mas contenido carente de sentido y significado, al menos podré excusarme, negando que sea un acto mas de egolatría y autocomplacencia (¿no es en eso en lo que consiste ser un Blogger?).


No, la culpable es únicamente mi amiga Ana, a la que acuso sin pudor de ser la responsable de esto que aquí comienza. Así que a ella (y a mi compañera de tristezas y alegrías que en Sevilla mora, confidente eterna y lectora obligada de mis líneas, pobre…), va dedicado el blog.


¿Y a que va a dedicarse el mismo? No, no pienso dar rienda suelta acá a neuras personales, manías, complejos y otras actitudes similares. Ya pase por eso en otra época, y mejor que quede atrás.


Básica y únicamente, esto va a convertirse en una recopilación de los relatos, escritos, ensayos, poemas y otras perlas (cultivadas me temo, que pocas cosas autenticas quedan en esta vida, ¿no?) que he ido escribiendo o que escribiré.


Lo cual significa que actualizaré de uvas a peras, cuando me venga en gana o la inspiración me alcance.

Pues bien, dicho todo esto, solo me queda, antes de despedirme y dejar de aburriros (por el momento), explicar el nombre de este lugar.


Desde que conocí, hace muchos años, la historia que os narró, me enamoré de Berenice, tal vez ayudado por el hecho de que se convirtió al tiempo en mi nombre favorito.


Dudo que jamás tenga hijos, pero si alguna vez los tuviera, y tocara que fuera niña, ella seria, con toda seguridad, Berenice.


¿Qué de que historia hablo? De esta…con la que por otro lado, inauguro el blog.


Muerto Alejandro el Grande, sus generales, como buitres carroñeros, se disputaron los restos de su poder, y con el, el dominio de las tierras y reinos conquistados en sus campañas.

Uno de los mas afortunados, Ptolomeo, se hizo con el control de Egipto y fundó una dinastía (que tomó su nombre) destinada a perdurar varios siglos, hasta que un áspid, el destino o simplemente el peso de la historia hicieron que la mítica Cleopatra se quitara la vida, y con ella sellara el fin de su familia.

Pero aunque la fascinante reina griega de Egipto fue y será la más legendaria de las gobernantes del país, otra soberana de la tierra del Nilo es la protagonista de una de las más bellas leyendas de la historia.

Berenice, esposa de Ptolomeo III, estaba inquieta por la suerte de su marido. Este había partido, nada mas tomar el poder, en campaña militar. Los meses pasaban, y el no regresaba. Desesperada, se dirigió al templo de la diosa del amor, y allí rogó a Afrodita por la suerte de su amado, prometiendo a cambio un sacrificio supremo.

Y es que la reina, famosa por su esplendida cabellera, la ofreció a la divinidad, a cambio de la vuelta del rey, sano y salvo.

Y poco después, triunfante, retorno el monarca, y ella, cumplidora, corto sus cabellos y los deposito sobre el altar de la diosa.

Al día siguiente, la ofrenda había desaparecido. Se habló de robo, el soberano montó en cólera y la reina desconsolada, lloraba la desgracia…pero entonces, el astrónomo real, se acerco a ellos cuando la noche llegó, y llevándolos a una terraza, les señalo el firmamento. Y allí les dijo que, entre las estrellas, iluminando la oscuridad, una nueva constelación había aparecido la madrugada anterior. Y dibujándola, les mostró su forma… la de una cabellera…desde entonces, en los cielos nocturnos brillan, como símbolo de eterno premio al amor, las estrellas que forman La Cabellera de Berenice.


Si, todo muy hermoso, pero uno no debe olvidar que la adorable Berenice solo logró casarse con Ptolomeo tras hacer matar al prometido que su madre le había escogido…y que murió envenenada a mano de uno de sus hijos. Pequeños líos de familia, tan típicos en toda época y lugar…

Berenice…portadora de la victoria, tal es su significado. Y tan bello nombre, tan gloriosa etimología y tan hermosa leyenda, hace que a uno le sea imposible olvidarla. Se le perdonan sus pecados, sus defectos, porque a la postre, lo que de verdad importa, llega.