jueves, 21 de julio de 2011

El último acto

Los recuerdos le asaltaron nada mas penetrar en sus fosas nasales el peculiar e inconfundible olor del vestuario. Antes siquiera de abrir la puerta, se le aparecieron, como fantasmas del pasado, las imágenes de aquellos primeros días, aquella sensación de pequeñez, de estar invadiendo un espacio que no era el suyo, rodeados de viejos veteranos (si, por aquel entonces, como recordaba ahora con ironía, tener mas de 25 le convertía a uno en poco menos que un anciano) que lo sabían todo…o eso creía.

Entró. En esta ocasión, por primera vez en mucho tiempo, no fue el primero. Sus compañeros le aguardaban, de pie. Uno a uno, se le acercaron, le dieron la mano, le acariciaron con cariño su ahora escaso pelo. Por un momento, volvió a revivir el pasado, cuando se le acercó, temeroso, el chico al que habían subido del filial. Supo como se sentía, y el abrazo con el que le recibió sabia que le serviría mas, mucho mas que cien palabras de animo.

Después, cumplido el homenaje, sus compañeros se retiraron. Sabían que necesitaba estar solo, en esta hora final.

Solo…nadie esta nunca solo, en realidad. Nuestra mente esta llena de sentimientos, de sueños, de escenas que evocar, de imágenes que la memoria mantiene vivas. Y tras dos décadas viviendo por y para el fútbol, por y para su equipo, este vestuario formaba parte de su hogar, de su vida. Y recordó, los buenos momentos, y los malos. Esas noches cuando tras una derrota el vestuario parecía un funeral, cuando la cabeza no dejaba de darte vueltas, pensando en que habías fallado. Pero también esos días, mas numerosos, de triunfo, donde la alegría compartida animaba el ambiente y tejía lazos de unión, creaban equipo…crear equipo, que fácil de pronunciar, y que difícil de llevar a cabo, que capacidad de entender a tantos caracteres diferentes, que equilibrio permanente en controlar tanto ego desbocado, que espíritu de concordia para hacer que la ambición personal redundara en beneficio colectivo…cuantas cosas eran necesarias para que el proceso llegara a su termino, y al salir al campo la suma de todos fuera mas que un simple once…

Por última vez, repitió el ritual. Se abrochó los cordones, beso la estampa (en realidad un retrato de Maribel Verdú, no pudo evitar sonreír pensando en que los demás siempre habían creído que se trataba de alguna santa…o una virgen), acarició la puerta de su taquilla, formando un doce con los dedos, le dio una palmada al banco, y se encamino hacia el túnel.

Ya se escuchaban los gritos, el ambiente creado por miles de personas esperanzadas en vivir algo diferente, único, y que a pesar de ser decepcionadas una y otra vez, regresan…porque saben que el día que suceda, jamás lo olvidaran.

Saludó a los componentes del equipo contrario, uno a uno. Después, volvió a saludar a todos sus compañeros, hasta colocarse el último de la fila.

Primero salieron sus rivales. Ahora les tocaba a ellos, poco a poco, vio como la fila se ponía en marcha, ascendía las escaleras y pisaba el césped…por un segundo, se quedo parado, incapaz de avanzar, con las piernas temblando…pero por fin, consiguió romper el bloqueo mental, se puso en marcha…y lo que hasta entonces le había parecido un mar de ruidos inarticulados, se convirtió en una ola de sonido, con su nombre convertido en una especie de mantra, repetido hasta la saciedad, 40, tal vez cincuenta mil almas unidas diciendo adiós a algo mas que un jugador, algo mas que un capitán, eran muchos años juntos, muchas tardes de comunión, y una vez se marchara, en el corazón de cada uno de esos aficionados existiría un pequeño hueco, que tardaría en rellenarse…

Llegó al centro del campo, saludó al trío arbitral, y pidió cruz. Saque.

Se ajusto las medias, el pantalón, la camiseta. Miró a su compañero, paseó su mirada por la grada, aun agitada. Era su última sesión.

Pero, como él sabía ahora, y otros sabrían después de él, el espectáculo, siempre, siempre, debe continuar. Con otros actores, otro argumento, pero siempre con el mismo verdadero protagonista.

Sacó.

viernes, 15 de julio de 2011

Y a pesar de todo...

Esto fue escrito pocos dias después del triunfo de España en el mundial, lo comentó para que se entienda mejor el contexto.

El mundo da asco, la gente es idiota, egoísta, desagradecida, teniendo siempre más ganas de joder a los demás que de darse un gustazo, o tal vez es que su deleite es justamente tocar las narices. Jefes prepotentes, compañeros que no acompañan mas que a apuñalarte, clientes malvados, amargados o simplemente estúpidos, y un sinfín de espectadores y secundarios que sirven de telón de fondo a un escenario de perdición, una coral de miseria que solo sabe cantar tus errores.

Cuando tengo un día gris, cuando he sufrido en mis carnes las injusticias del universo, cuando la luz deja de iluminarme y las tinieblas devoran mi alma, no puedo evitar creer que lo mejor es que el ángel exterminador comience a trabajar y extirpe de la faz de la tierra a nuestra maldita especie, démosle una oportunidad a las cucarachas, se la merecen.

Y sin embargo…

No puedo evitar preguntarme el porque, si todo eso es cierto, cuando ganamos algo, cuando estamos felices, cuando nos elevamos por encima de la mediocridad de la existencia, en lugar de guardarnos para nosotros solos esas sensaciones, nos vemos poseídos por la necesidad de compartirlas. Y no, ni siquiera es con afán de regodearnos, de mostrarle al otro que mientras su vida es una bazofia a nosotros nos sonrió la fortuna…no, no se trata de eso, e incluso yo, que a veces me veo como un cínico sin remedio (aunque seguramente no pase de un irónico humanista), lo se.

No, cuando ganamos, cuando estamos contentos, cuando la felicidad nos embarga, en nuestros mejores momentos, necesitamos tener a alguien al lado, poder abrazarle, poder hablarle sin palabras, hacerle sentir que la alegría compartida es doble alegría, poder desfondar nuestra alma, sacar a la luz los sentimientos, y ver como ese amigo que esta al otro lado también te la abre.

Cuando terminó la final del mundial, en España el número de mensajes de móvil se multiplicó por cuatro, millones de llamadas se hicieron, y muchas otras se quedaron en el limbo, pero casi como se hubieran hecho…y muchas no se hicieron porque la línea con el cielo, de momento, no tiene cobertura.

No, no puedo, incluso dando suelta a mi pesimismo mas descarnado, evitar creer que aunque por los pelos, merecemos otra oportunidad. Seguramente estaré equivocado, pero a veces, aunque sea solo a veces, la humanidad te muestra el porqué de su nombre.




sábado, 9 de julio de 2011

Cuando se fueron las estrellas

En algún momento, casi sin darnos cuenta, perdimos las estrellas.

Vivíamos tan pendientes del último avance, de iluminar nuestras vidas y nuestras noches, que dejamos de alzar los ojos al cielo. Y mientras, ellas se habían ido.

Ahora es inútil buscarlas allá arriba, nuestras luces apagan su brillo y permanecen invisibles a nuestras miradas, espectros de un firmamento cada vez más oscuro.

Y con ellas, desapareció la magia...


Los prismáticos, catalejos y telescopios han ampliado nuestra visión, al tiempo que han cegado nuestros ojos. Nunca volveremos a necesitar a alguien con ojos de halcón, mientras tengamos aparatos con cien aumentos.

Somos más, pero menos nosotros, una especie de rareza biónica, decadentes seres elevados por la técnica al olimpo, dioses falsos, tan mortales como siempre, pero siempre queriendo alcanzar la inmortalidad.

Perdimos los misterios, ahora todos pueden ver Alcor...

Antaño, cuando el mundo era más joven y la vida más dura, cuando buscábamos el paraíso en el más allá y el cielo estaba lleno de promesas, se necesitaban individuos singulares, capaces de alcanzar a distinguir con su penetrante mirada imágenes ocultas para la gente común. Vigías, oteadores…fuese cual fuese el nombre que tomaran, de lo certero de su visión dependía muchas veces la vida o la muerte de quienes en ellos confiaban.

Y era en la noche estrellada donde los aspirantes se sometían a la gran prueba.

En un punto de la bóveda celeste, en la cola de la Osa mayor, una estrella brilla solitaria.

Hacia ella dirigían sus pupilas los guerreros.

-¿Qué veis? Les preguntaban. – Una estrella-, respondía la mayoría.

Pero algunos de ellos decían: “No, no hay una sino dos”. Y así era como la solitaria Mizar descubría su secreto a los elegidos, pues Alcor estaba junto a ella, invisible para casi todos.

Alcor...el fantasma estelar que tantas leyendas creó. Para los japoneses verla implicaba morir antes del fin del año. Para los árabes, ocupaba el último lugar de la jerarquía celeste. Vidit Alcor, at non lunam plenam, decían otros, ver Alcor pero no la luna llena, obsesionarse con los pequeños detalles pero ser incapaz de comprender lo esencial.

Los mitos van desapareciendo, nunca habrá más dos estrellas que ver, puesto que los astrónomos, con sus gigantescos instrumentos, nos han despejado la ilusión. Donde unos veían una y otros dos, hasta cinco estrellas parpadean en la realidad.

Algunos, soberbios, creen que somos mejores que los hombres del pasado. Cierto, hemos adaptado el medio a nosotros, en lugar de adaptarnos al medio. Como especie, somos sin duda mas grandes, pero… ¿de verdad lo somos como individuos? Creemos saberlo todo, pero cualquiera de nosotros, abandonados a su suerte en mitad de la selva, moriría sin remedio allá donde otros pueblos mas “salvajes” moran su vida entera. Y trasladados al remoto pasado, ¿Cómo responderían a un mundo sin maquinas, electricidad o medicinas? ¿Acaso nos la fabricaríamos nosotros mismos? Creemos que somos gigantes, pero solo estamos agarrados a las barbas de uno de ellos.

Hemos avanzado. Debemos alegrarnos de ello, vivimos mas, vivimos mejor. Pero tal vez, de cuando en cuando, convendría perdernos en mitad de las montañas, y pasear a oscuras, bajo el manto estrellado de la noche, para volver a ser un poco ese animal erguido y parloteante que fuimos, que somos.

Y entonces, puede que volvamos a ganarnos el cielo.