domingo, 30 de abril de 2017

Hoy, hace cien años, murió un hombre...

Hoy hace 100 años que murió alguien del que nunca habéis oído hablar. No fue nadie, y al tiempo fue todos. Esta es su historia.

Alguien dijo, con otras y mejores palabras, que una vida no termina hasta que se borran los últimos restos de su memoria. Pero… ¿Y si de tu memoria sólo queda un cartel oxidado, clavado en una cruz rota, cubierta por un casco, sobre una tumba vacía y perdida?

Hace unos años, un noviembre, miraba una galería de fotos , en recuerdo al final de la primera guerra mundial.

Fue al ver una de las fotografías cuando, de repente, algo me golpeó en la mente. Y desde entonces me persigue su recuerdo. Esta es la imagen.



Cabo Edouard Marius Ivaldi ,de Pavillons Sous Bois, cerca de París. Muerto por la Francia, no se sabe cómo ni a manos de quien. Ni tampoco importa.

No podía dejar de pensar en la foto. Estuvo días dando vueltas en mi cabeza. La tenía en el escritorio del ordenador. De cuando en cuando la miraba. Parecía querer hablarme. Por fin, un año después, conseguí liberar algo de lo que me había provocado. Como casi siempre, escribiendo. Esto.

Durante unos años los sentimientos se acallaron, aunque nunca terminé de olvidar la foto. Hasta que hace unos meses, a principios de este año, por pura casualidad, nos volvimos a ver. Y fue entonces cuando me di cuenta de la fecha. 30 de abril de 1917.Faltaban apenas unos meses para que se cumpliera el centenario de su muerte.

Si creyera en ellas, hubiera dicho que fue una señal. Digamos que más bien, me marcó una obligación. Con su memoria y mi conciencia.

Y me puse a investigar. Buscando información en cualquier rincón de internet. Atando cabos, haciendo conjeturas, dibujando un contexto. Lo que sigue a continuación es una especie de reconstrucción de los hechos que rodearon su muerte, lo más aproximada posible a la realidad.
Y comenzamos.

Tenía una fotografía. En ella, un cartel con un nombre y una fecha. La de su muerte. Y desde ahí, un mundo por descubrir.

Abril de 1917. La primera guerra mundial, la Gran Guerra, se va acercando a su tercer año. Francia está invadida en parte por el ejército alemán, que llegó a estar a las puertas de París. El general Nivelle, comandante en jefe del ejército francés, decide entonces iniciar una granofensiva para romper el frente alemán.

casi 900 mil hombres, 7000 cañones y 128 tanques iban a ser usados en un ataque coordinado entre los británicos, al norte y los franceses, más al sur. Frente a ellos, casi medio millón de alemanes, kilómetros de trincheras y miles de ametralladoras. Pero los mandos aliados eran optimistas.

Demasiado.

En el medio siglo anterior el armamento y su capacidad destructiva había avanzado mucho más rápido que las tácticas. Los fusiles disparaban con más celeridad, los cañones tenían más potencia, había gases asfixiantes, ametralladoras, aviones, tanques…pero los hombres seguían teniendo la misma piel. Y millones habían pagado ya con su vida la insensata ceguera del alto mando, que insistía en lanzar oleada tras oleada de juventud contra las inhumanas balas.

El ataque comenzó con un espeluznante bombardeo artillero contra las defensas alemanas.  Tras el mismo, llegó el primero de muchos asaltos. Era el 16 de abril de 1917.Según las optimistas previsiones del estado mayor francés las bajas totales de la ofensiva, serían 10.000 hombres.

Sólo el primer día, fueron 40000.
Entre el 16 de abril y el 9 de mayo, los aliados tuvieron casi 350.000 bajas. Para avanzar 4 kilómetros.
La ofensiva terminó siendo detenida. No se había roto el frente, la moral se había hundido, estallaban motines por doquier. El fracaso supuso la destitución de Nivelle y la llegada de Petain, que logró recuperar la moral. Pero no nos hemos olvidado de Ivaldi.

Como ataque complementario a la gran ofensiva, se lanzó uno secundario en las colinas de la Champagne, Unos kilómetros al este de Reims. El objetivo del ataque era negar a los alemanes los puestos de observación sobre la llanura. Pero imaginad el terreno, el campo de batalla. Cuesta arriba, plagado de cráteres de bombas, trincheras, alambre de espino. Y la muerte aguardando al final. La distancia entre las trincheras rivales iba de 500 metros a apenas 50. 50 metros, un tiro de piedra. Ni un suspiro, para una bala. Si uno quiere saber que es el infierno, le bastaría pensar en lo que fue combatir allí en esos días. Y seguramente, nos quedaríamos cortos.


Siete montes componen el macizo de Moronvilliers, que se eleva sobre la llanura de Chalons. Sus nombres se escribieron entonces con sangre. 

Son el mont Cornillet (209 m., el mont Blond (221 m.),el Mont-Haut (257 m.), el mont Perthois,le Casque (242 m.),le Téton (232 m.) y el Mont-sans-Nom (220 m.)

De Moronvilliers, el pueblecito que da nombre a la cordillera, no queda hoy nada, fue arrasado hasta los cimientos. Paradójicamente, uno de los escasísimos restos en pie es el monumento a los caídos en la guerra…
La batalla comenzó el 17 de abril. Entre el 17 y el 20 se desarrollaron feroces combates, que permitieron avanzar a los franceses…2´4 kilómetros.

 Tras una pausa, el 30 de abril se reanudó la ofensiva, en busca de lograr ocupar las alturas, la cresta del Macizo.
La ofensiva terminó, por agotamiento de los atacantes, unos días después. Los franceses habían tenido 22000 bajas. Pero habían logrado tomar la cresta. Los alemanes ya no dominaban la llanura. 16 veces contraatacaron (incluido alguna con gases), pero no lograron nunca retomar a sus posiciones.

Ni tampoco Ivaldi. Había caído, para no volver a levantarse, el 30 de abril, en las laderas de monte Le Casque.

Y ahora, hagamos una pausa. Os pido que os lo imaginéis. Pensad en como creéis que era. Porque vais a verlo.  Creo que es hora de que le conozcáis. Aquí lo tenéis (es el señalado por la X) junto a sus compañeros.

Ahora ya no es un simple nombre sin rostro…ni nunca lo volverá a ser.
Jamás se encontró su cuerpo. O tal vez sí, pero nadie lo identificó. Como le pasó, según cuentan algunos historiadores, a la mitad de los caídos en la gran guerra.
un once del once (el Dia de San Martín), a las once, dejaban de sonar los proyectiles, tras cuatro años. El mundo pareció por un momento haberse quedado sordo, tan acostumbrado estaba al continuo ruido de la muerte.

En 1919, Jean Joseph Ivaldi, padre de Edouard, buscó el sitio donde cayó, y colocó allí una placa y parte de su equipo personal, sobre una cruz. Es esa la imagen que inició este hilo. Pero aquello sólo es el recordatorio del lugar donde falleció. Allí no reposo el cuerpo de nuestro protagonista.
En 1924, Jean Joseph colocó otra placa en donde seguramente sí que descansan sus restos, anónimamente, mezclados junto a los de miles de compañeros.

 Se trata del Osario de Navarino, monumento a las caídos en la batalla de las colinas, y lugar de reposo de 10.000 de ellos.
Y así Ivaldi se perdió en la historia, junto a millones de compañeros de ambos bandos. Y su “tumba”, que no lo es, con él.
Pero lo curioso es que aún existe.  La tumba de la fotografía, está en un lugar desconocido. Que siga intacta, es un misterio.
Aquí es donde nos puede ayudar la cartografía. Lo que voy a poner ahora es mera elucubración personal, ojo…pero no creo equivocarme. En un foro francés encontré una referencia a que la tumba se encontraba dentro de un terreno militar, vetado a visitantes. Lógico.
En la zona hay dos grandes complejos de este tipo, en pocos kilómetros, El campo de Suisses y el polígono de experimentación nuclear de Moronvilliers, situado donde se encontraba el antiguo pueblo.
Mis sospechas iban más bien dirigidas a este último, y los mapas creo que lo confirman. Hice un montaje (poco vistoso, pero útil), entre el mapa de 1917 e imágenes actuales, colocando los nombres que se repiten en ambos. Y aquí tenéis el resultado.

Y queda claro que, casi sin lugar a duda, el lugar donde cayó Ivaldi está dentro del recinto de experimentos nucleares. No deja de resultar paradójico que haya sido eso lo que haya protegido de los vándalos ese postrero recuerdo a un soldado muerto, la experimentación atómica.
Pero, aunque el recinto ya no está en uso, espero que siga protegiendo durante mucho tiempo su memoria…aunque sea por miedo a la radiación.
Hasta aquí la historia de cómo cayó y donde creo que se encuentra la cruz. Pero queda una última cosa que he descubierto. Y es que la tragedia no acabó allí, ni entonces.

 En el municipio donde nació, como en todo pueblo francés, se alza un memorial con los nombres de los caídos. Edouard nació en Les Pavillons-sous-Bois (localidad que está hermanada con Écija, la tierra natal de mi familia. ¿Otra señal?),cerca de París.
Y allí, junto a su nombre y el de otros 441 caídos en las guerras del siglo XX(en una ciudad de 20.000 habitantes, pensad lo que implica) hay otro Ivaldi. Un J.Ivaldi
Ese otro Ivaldi no falleció en la primera, sino en la segunda guerra mundial. En 1940. Me pregunté...¿Serían familiares? y entonces...encontré otra tumba.

Es la tumba familiar. Están los padres de Edouard...y su hermano Julien. Fijaos en la fecha de su muerte, 1940.. Si, el otro Ivaldi era familiar de Edouard, era su hermano menor.
Y ahora mirad cuando falleció su padre, en 1942.

El padre enterró a dos de sus hijos, uno en cada guerra, antes de morir. Son esas tragedias que no vemos cuando reducimos todo a números. Familias destrozadas, vidas truncadas, mil historias cerradas, de golpe. Y de todo apenas queda nada hoy, sólo unos nombres sobre metal o piedra.
Por eso son necesarias estás historias, para que entendamos, cuando se hable de que en tal o cual batalla hubo “2000 bajas”, lo que hay detrás. Dos mil historias escribieron su último renglón, miles de futuros se perdieron en la eternidad. Sólo queda el silencio y las lágrimas.
Uno de ellos, Ivaldi. Nadie viene ya a poner flores sobre su tumba, solo la primavera. Pero ahora ya está dentro de vosotros. Ya no morirá más.

Hasta aquí el viaje que hemos realizado juntos. He intentado devolver en lo posible la memoria de Ivaldi y su familia, de los hechos que rodearon su pérdida, de lo que pasó tras su muerte. He rebuscado en cada lugar de internet que pude. Y fue una búsqueda apasionante, por ese sentimiento de descubrimiento, pero dolorosa, porque todo a su alrededor estaba impregnado de tristeza y muerte. Pero así fueron aquellos tiempos. No todas las historias tienen final feliz. En realidad, ninguna, sólo que unos finales tardan más en llegar que otros.
Pero como dije antes, si dejamos que los muertos y sus nombres sean sólo números, habremos perdido. Esto ha sido, posiblemente, una de las cosas que más me costó escribir en la vida. Pero tenía que hacerlo. Por él, por mí, por ellos,por todos esos millones de seres humanos, en su mayoría jovencísimos, que perdieron la vida en esa picadora de carne humana a escala planetaria que fue la gran guerra.

Ivaldi, ya he pagado mi deuda, me considero liberado. Y tú, amigo, descansa en paz. Y que tu memoria perdure otros cien años…

FIN

Viene ahora el apéndice documental, con los artículos y páginas de internet que he visitado en mi búsqueda, por si queréis ampliar la información. Mucho artículos están en francés, idioma que no conozco, así que he tenido que tirar de traductor...con lo cual seguro que debo haber tenido más de un fallo de comprensión. Os pido que me perdonéis por ellos.

"Bibliografía"
1- Artículo sobre el centro de experimentación nuclear.
2- La galería de fotos que comenzó todo.
3-Foro francés donde encontré la referencia del lugar de la tumba.
4-artículo sobre la conquista del macizo de Moronvilliers.
5- artículo de la wikipedia sobre la ofensiva de abril.(en castellano)
6-el mismo artículo, en inglés.
7-otro artículo en castellano sobre la batalla.
8-biografía del general Nivelle.
9-artículo de la wikipedia sobre Morovilliers.
10-página francesa sobre los caídos en la guerra, en este caso los que aparecen en el memorial de les pavillons sous Bois, localidad natal de Edouard Ivaldi.
11- ficha de Edouard Ivaldi en esa página.
12-osario de navarino, página oficial.
13-galería fotográfica interesantisima sobre Ivaldi y la zona donde cayó.
14- monumento a los caídos en Moronvilliers.
15-página web, nostálgica, sobre Moronvilliers, con fotos antiguas.
16- artículo sobre la batalla, de un general de la época.
17-artículo de la wikipedia sobre la batalla de las colinas.
18- información sobre el apellido Ivaldi.
19-Más información sobre el mismo y donde es más frecuente.
20- plano genial sobre la batalla.


Ahora os dejo lo que escribí hace unos años sobre la fotografía, antes de saber todo esto...

Algunos dicen que una vida no termina hasta que se borran  los últimos restos de su memoria. Es como la humedad que queda en la tierra tras la lluvia, todo lo que fueron tus actos empapan el mundo que te rodea, y permanecen allí, como recuerdo a lo que fuiste, aun cuando tu cuerpo se desvaneció largo tiempo atrás.

Pero… ¿Y si de tu memoria solo queda un cartel oxidado, clavado en una cruz rota, sobre una tumba perdida? ¿Un nombre y una fecha pueden atarte aún al mundo, o solo son una especie de ticket de salida?

“Aquí yace Edouard Ivaldi…”, cabo, muerto en Dios sabe que gloriosa ofensiva (o tal vez en alguna fiera defensa), en honor a la patria, al ejercito, o a este solitario y embarrado rincón donde quedó su cuerpo.

Durante unos días este miserable solar, donde nada crece demasiado ni nadie reclamó nunca, se convirtió en el centro de todos los partes de guerra. Día a día se hablaba de ganar cien metros, de tomar la cota 130 y del heroísmo de nuestro ejército. Cada una de esas frases estaba escrita con la sangre de un soldado, de un batallón, de un regimiento. 

Y cuando la batalla y la guerra trasladó su voluble atención unos kilómetros más allá, las piedras continuaron su eterno descanso, ahora con la compañía de unos miles de jóvenes huesos.

En sus castillos de la retaguardia, los generales escribirían en las órdenes del día que los objetivos habían sido alcanzados. Se había logrado elevar un muro contra el enemigo.

Había sido alzado con los cadáveres de cientos de soldados. Uno de ellos (ahora poco más que una especie de metafórico ladrillo humano) era el de Edouard.

Supongo que alguien le lloró entonces. En su casa, en alguna perdida aldea de la Isla de Francia, una carta timbrada con un sello oficial sería entregada de manos de algún adusto oficial, y unos padres desconsolados (y analfabetos) pedirían al portador de la misiva que les leyera el epitafio de una vida.

Sobre la chimenea una fotografía iría descoloriéndose, mientras las flores se marchitaban a su alrededor. La hija de los vecinos lloraría en silencio durante unos meses, para terminar casándose, tiempo después, con el hijo del panadero…

El bosque  creció sobre el campo de batalla. La sangre de los muertos regó sus raíces que cubrieron como una mortaja verde los despojos de la guerra. De cuando en cuando una mina convertía a un corzo en charcutería instantánea, pero poco más turbaba el descanso del  guerrero.

Edouard no fue un Héroe. Según contaba su esquela murió cumpliendo su deber…O tal vez es que, simplemente, su deber era morir.

Cien hombres más murieron allí el mismo dia. Nadie los recuerda hoy. Había obreros, dependientes, muchos campesinos y hasta algún escritor maldito. Las balas que los mataron no hicieron distingos. Nunca lo hacen. No son jueces, solo verdugos. No distinguen al malvado del bondadoso, al viejo del joven. Cien gramos de metal, una capsula de muerte de las que se facturaban millones en unas horas aquellos días, bastaban para acabar con 30 años de existencia y quien sabe cuántos mas de futuro.15 céntimos, el precio de un cartucho, eso es lo que valía entonces una vida humana.

En su lapida ponía muerto por la Francia, como hubiera podido decir Inglaterra o Alemania. Nadie muere por un nombre, sino por una bala. Como mucho puede matarte una idea, puesta en la cabeza de otro.

La guerra es un odio colectivo. Un asesino es generalmente un ser despiadado, un monstruo con forma humana. Pero durante una guerra, un ser humano, que en otras circunstancia jamás habría levantado la mano contra ti, te disparará solo por el uniforme que portas…y sobre todo porque si él no dispara antes probablemente pasará a ser el protagonista del funeral.

Esos días dos mil historias escribieron su último renglón, miles de futuros se borraron de su invisible muro.

Edouard  Murió por nada, como muere casi todo el mundo. Nadie viene a poner flores sobre su tumba, solo la primavera. Tal vez fue amado, o puede que en realidad se tratara de un miserable. Hoy nada de eso importa a nadie, solo al bosque. Dentro de unos años la cruz, podrida, se quebrara. Sus restos se perderán bajo dos o tres otoños y alguna helada invernal. Y entonces, Edouard  Ivaldi dejara de haber existido. Y con el aquel que lo mató, sin saber jamás quien fue aquel pequeño enemigo al que abatió.