domingo, 4 de julio de 2010

Crónica de un cero a cero

El partido comenzó bien, se saco de centro.

Lastima que a partir de entonces, decayó, y decayó, y decayó…Einstein debió ser aficionado al fútbol. Solo así se explica lo de su teoría de que el tiempo es relativo. Se le tuvo que ocurrir viendo algún partido. En ningún otro lugar queda tan claro lo largo que pueden hacerse tres cuartos de hora.


Mientras sobre el terreno de juego los jugadores se esforzaban (en demostrar que lo suyo, sin duda, no era el fútbol), en las gradas los espectadores experimentaron todo un rosario de sucesivos estados emocionales. A la sorpresa por el crimen deportivo que estaban presenciando, le sucedió la lógica indignación, que se transformo posteriormente en aburrimiento, para pasar por fin a un estado que se podría definir de pesimista aceptación, como la que muestran los suicidas antes del fin.


Suerte que, entonces, el árbitro pitó el descanso, sin un segundo de prolongación a la agonía. Impecable el colegiado, un monstruo, que control del tempo del partido, que habilidad musical en sus pitidos, que gallarda forma de mostrar cartulinas. Los jugadores, emocionados, casi se veían obligados a darles las gracias por hacerles objeto de su atención.


Algunos espectadores aprovecharon el descanso para escapar del estadio. Huir es de cobardes, pero pocos se lo reprocharon. Se oían algunas frases perdidas entre los asistentes: “De algo hay que morir”, “ya no puede ser peor”, “uno tiene vocación de mártir”,”no, no he visto que hayamos jugado mal, pero es que soy ciego”,”suerte la suya”, que nos permiten hacernos a la idea del estado de animo de la afición.


La segunda parte se desenvolvió con un ritmo mas vistoso, incluso se llego a escuchar un uy, producto de la caída de un vendedor de palomitas en la grada. De vez en cuando se escuchaba también un run run de fondo, que por momentos parecía presagiar tormenta. Eran los ronquidos de los que no habían podido contener el sueño.


Los ataques del equipo local se desarrollaban coordinados, en una disposición clásica, que permitía jugar casi de memoria…al equipo contrario. La principal cualidad de la táctica del entrenador de Unión es el trato a la imaginación. Una vez la localiza en alguno de sus jugadores, rápidamente la encierra y la elimina, como se merece, la muy anarquista. Orden, orden y orden es su lema. Lastima que equivocara su profesión, que gran policía perdió el país.


Mención especial al delantero Ariel Fachinetti , un crack, que nos recordó por momentos a aquel mítico extremo, Mauricio “el Pancho” Rivera, que tantas tardes de gloria dio a la afición del Real…cuando jugaba en el atlético.


El cerebro del equipo(o lo debe de ser, por el tamaño de su testa) Domingo Garrido, podría escribir varias manuales sobre como excitar a un balón, de tanto que lo toca, lo toca ,lo toca...(deberían acusarle de algún delito sexual contra el inocente esférico). Que lo haga, y libere al fútbol de su presencia.


En cuanto al conjunto visitante, los rojos del Internacional, un par de veces intento el contraataque. En una ocasión incluso, cruzaron el centro de la cancha. Rápidamente, el autor de tal ofensa fue substituido.


El final del partido se desarrollo sin incidentes, los jugadores, desde el centro del campo, aplaudiendo mientras el respetable abandonaba las gradas, meritorio esfuerzo el suyo.


Como escribió el celebre cronista deportivo Oswaldo “Tato” Menéndez, en la feroz crónica de la final entre Nacional y Deportivo del 69: “Nunca tantos hicieron tan poco por todos”.


Los arqueros, al concluir el encuentro, fueron obligados a pasar por taquilla.

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