sábado, 7 de mayo de 2011

Primavera

Tras el largo invierno, donde todo parece detenerse, la llegada de la primavera supone, aunque sea mentalmente, el retorno de la luz, un estallido de color en la naturaleza, el alargar constante de los días y el disfrute de unas noches cada vez mas cálidas.

Ninguna otra estación conjuga tanta dosis de cursilería, ciertamente, pero hay que reconocerle que, a pesar de ello y de su eterna repetición, año tras año, el espectáculo que nos ofrece es digno de aplauso.

Y se le perdona ese polen, esas alergias, los repentinos cambios de temperatura, las lluvias torrenciales o esos recurrentes dolores de garganta.

Porque, a pesar de su falta de perfección, la primavera es esperanza. Es la constatación de que, tras la oscuridad y las tinieblas, el sol vuelve a brillar, la vida despierta de nuevo y el verde derrota al gris.

Son tópicos típicos, pero con un fondo aplastante de realidad.

Seguramente no hay otra época tan propicia para el amor, con esos paseos bajo el sol del atardecer y esas noches templadas que invitan a besarse bajo la luz de la luna, o esa hierba que parece destinada a servir de colchón viviente, para disfrute de amantes retozones.

Tantos poetas han vivido de glosar sus encantos, que hablar más del tema debería ser castigado.

Pero uno de esos hechos que hacen al hombre ser lo que es, es la percepción de que, a pesar de lo que la literatura o la estadística puedan decir, o lo que la lógica indique, eso que uno siente en su interior es algo único, que nadie experimentó antes.

Y el pasar del pensamiento a la palabra es, en la mayoría de los casos, algo casi inmediato. Cuando uno es feliz, dan ganas de gritarlo a los cuatro vientos. Y esa sonrisa de idiota que se te dibuja en el rostro se convierte en la firma indeleble del delito.

Y es que si vivir en primavera es vivir el doble, hacerlo enamorado eleva al cuadrado cualquier sensación.

1 comentario:

  1. Lo más maravilloso de vivir es que aunque no hay nada nuevo bajo el sol, tampoco puedes bañarte dos veces en el mismo río: todo lo vivido es nada para quien por primera vez lo conoce.

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