lunes, 24 de enero de 2011

Siete mil millones de mundos

Hay días en los que el simple hecho de levantarse supone un reto. Sin objetivo a la vista, sin necesidad de hacer otra cosa que no hacer nada, el calor de las sabanas te atrapa y te musita al oído que te quedes un rato más. Y sin embargo te alzas, y abandonas el lecho, sin estar seguro de haber acertado, añorando la protección de las mantas, pero sabiendo que aquello no podía durar, y que en realidad, ni siquiera era bueno para ti.

Adoro dormir, seguramente por lo difícil que me resulta. Pero soy incapaz de permanecer en la cama un minuto más de lo necesario, una vez que constato que el sueño no volverá, a pesar de mis suplicas.

Y con ese gesto, con ese simple movimiento de telas y esa elevación de tu cuerpo en vertical, comienza un nuevo día.

Subo la persiana. En los últimos tiempos, mi estado de animo esta cada vez mas conectado al de la atmosfera. Si brilla el sol, mi alma se ilumina, aunque suene (y suena) a sensiblería barata. Encarar un día nublado, oscuro o lluvioso se hace más duro, como si al cansancio del camino se le añadiera el que este se inclinara cuesta arriba.

Me siento extraño. Cuando rompes esa coraza que te estuvo oprimiendo durante tanto tiempo, sabes que al tiempo estas renunciando a la protección que te proporcionaba. Ahora andas en el alambre, y por abajo no hay red que pueda salvarte si caes.
Buscas descubrir cosas nuevas, y al tiempo tienes que aprender sobre la marcha como funcionan. Es una lucha continua, y sabes que será así el resto de tu vida. Y a veces tienes miedo, quieres volver a refugiarte en tu concha…que ya no existe.

No soy feliz, pero siento. Tal vez haya que conformase con eso. O tal vez, no. Puede que solo tenga que ordenar mi lista de prioridades, saber a que darle o no importancia…desentrañar el misterio de las pequeñas cosas. ¿Cuántas veces un día puede ser maravilloso o torcerse no por algo verdaderamente importante, sino por una concatenación de pequeños detalles, capaces de amargarte o de hacerte sonreír? ¿Por qué dejar que un pequeño grano se convierta en una montaña, porque permitir que una pequeña nube oculte el sol? El día en el que aprenda a manejar esos detalles, si alguna vez se produce, realmente podré decir que he avanzado.

Una amiga me dijo hace tiempo que los humanos éramos como diamantes. Yo, sacando mi lado cínico, pensé que se debía a que en el fondo, por mucho que brilláramos en el exterior, no dejábamos de ser un simple trozo de carbón con ínfulas.

Pero no. A lo que ella se refería es a que estamos llenos de facetas, de matices. No tenemos una cara, ni dos. Somos seres llenos de contradicciones, cargados de defectos, y al tiempo capaces, en algunos momentos, de elevarnos hasta el genio o la santidad. O de simplemente (y ya es bastante, ya es todo) ser el oculto objeto de deseo de otra persona.

¿Quiénes somos?

Cuando estas en contacto con alguien durante un tiempo, no es raro descubrir de repente que esa persona tiene mucho más en su interior de lo que aparenta. Lo cual no siempre es bueno, especialmente para aquella gente que vive de las apariencias, que escogen una mascara para salir a escena, pretendiendo hacer creer al resto que es su verdadero rostro…

Pero... ¿quienes somos? Haceos esa pregunta, e intentad responderla. Y ahora, volver a pensarlo: ¿somos lo que nosotros creemos ser? ¿lo que queremos ser? ¿lo que hacemos, lo que decimos, lo que pensamos? ¿lo que creen tus amigos, tu familia, tus conocidos? ¿lo que opinan tus enemigos? ¿Somos todas esas imágenes, ninguna, una mezcla de ellas?

Yo al menos, no se cual es la respuesta, si hay respuesta…o si solo es una.

No hay dos personas que tengan la misma visión de nosotros…porque no hay dos personas iguales. A lo difícil de definir nuestra propia imagen, se le tiene que agregar la propia personalidad del observador, que juzgara nuestros actos a través del cristal de su mente.

Estudiémonos. ¿Cuántas veces, cuando estamos haciendo o diciendo algo, no nos estamos observando a nosotros mismos, mientras soñamos con liberarnos y actuar de otra manera? ¿Cuántas te has mordido la lengua, para evitarte problemas? ¿Cuántas has optado por decir puede en lugar de no? ¿en cuantas ocasiones mides tus palabras con cuidado, antes de hablar…si es que alguna vez dejas de hacerlo? Dices creer en la honradez, y sin embargo practicas la hipocresía a diario…aunque prefieras llamarla educación o espíritu de convivencia…al final, según tus actos, lo que demuestras es que crees que la “civilización” se basa en la mentira…o en esconder la verdad. Tal vez sea cierto…lamentablemente.

Y sin embargo, en ocasiones, de repente, somos capaces de sorprendernos a nosotros mismos, de actuar sin pensar, de romper con nuestras propias normas…normalmente actuando bajo los efectos del alcohol o de ese otro estimulante natural que es el amor. “Hacer el imbecil”…y a pesar de todo, creer que merece la pena. Entre lo patético y lo sublime hay una línea muy delgada.

Toca apagar la luz. Y antes de buscar el olvido en el sueño, resuena en el alma una ultima cuestión:

¿Cuántas veces donde dijiste hola no quisiste decir te quiero?

4 comentarios:

  1. Que grande eres amigo!!!
    Maxi.

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  2. me ha encantado... la última frase era el final perfecto.

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  3. La última frase era el artículo entero Manu.

    @Maxi: Gracias amigo ;-)

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  4. eso lo estudiabamos en filosofía de COu, ¿no? existen tres "yos" uno el que tu eres realmente, otro el que haces ver y por último el que opina la gente de tí.
    Yo, soy mi yo interno, el que dejo ver es una parte de mi y lo que opine la gente de mi me da pelín igual.
    Muy guapo el articulo, ensayo o como se llame.
    :D

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