domingo, 8 de agosto de 2010

Corazón roto

Esto es un cuento. Aclaro esto desde el principio, para evitar malentendidos. No hay nada demasiado real en el, afortunadamente. Esta escrito en octubre del año pasado (aquí podéis leer la versión original), pero decidí cambiar toda la parte final. Espero que os guste.


“No hay un nosotros.Hay un yo, tal vez un tu, y nada mas.

Si no entiendes eso, si no quieres entenderlo…no quiero hacerte daño, pero tampoco mentirte. Y engañarte a ti mismo, imaginar lo que no puedes conseguir en la realidad, inventarte un mundo paralelo donde lo que ansias se cumpla…no es la mejor opción, aunque pueda parecértelo. Un sueño no es más que humo, y nunca podrás abrazarlo.

Afróntalo, hay un mundo enorme ahí fuera, mas allá de mi recuerdo…aunque si no eres capaz de penetrar en el, no espere que el entre a buscarte. Camina, compórtate como un hombre, aunque sea por una vez en la vida.

Alguien, algún griego seguramente, de esos que se pasaban el día rascándose la barriga, o haciendo que alguno de sus esclavos se la rascara, dijo algo así como “El carácter de un hombre es su destino”.

En tu caso, seria un triste destino, un quiero y no puedo, un mirar partir las naves, quedándote siempre en el puerto…hasta que ya no encuentres barcos que zarpen, y todo lo que conociste desaparezca.

Pero la gente cambia, aunque te parezca imposible. Avanza, aunque sea despacio, sigue, aunque creas que no puedes, habla, aunque quieras callar. Conmigo no tienes nada que hacer…pero quien sabe, tal vez detrás de ese muro inmenso en el que vives encerrado, construido ladrillo a ladrillo con tus propios miedos, alguien te aguarda, sin saberlo.

No te dejo, porque nunca llegamos a estar juntos, no te abandono, porque nunca te encontré, solo me marchó, siguiendo mi camino…que no es el tuyo.

Adiós, que te vaya bonito, y que encuentres lo que buscas…cuando sepas lo que es”.

Con la sensación de que alguien le había arrancado el corazón, lo había hecho botar como un balón y luego vuelto a meter en su interior, del revés, Daniel dejo a un lado la carta. Hay veces en la vida en que uno sabe que lo que en esos momentos esta aconteciendo no caerá en el olvido, sino que perdurara, para ser revivido, una y otra vez. En ocasiones se trata de algo hermoso, épico, o simplemente tan lleno de alegría que no parece real. Pero…por desgracia, en muchas otras, se trata de autenticas puñaladas, de esas que no te hacen sangrar, pero que te matan por dentro. Esta era de esas…con mayúsculas, con ensañamiento.

No había nada que hacer. En realidad, como le quedo claro tras la lectura, nunca lo había habido. Y ni siquiera, se dijo, iluminado de repente como un Saulo camino de Damasco, le podía hacer un solo reproche a ella…porque lo que le había escrito era, simple, pura y llanamente, la mas descarnada verdad. Ella nunca le engaño, el se bastó para hacerlo.

Y también sabía, que era el fin. Fuera como fuera, su vida, había terminado. No estaría muerto, pero tampoco realmente vivo. Sin alma, el tiempo pasaría, acercándole cada vez mas a su destino anhelado. No podía afrontar el mañana, pero tendría que hacerlo, porque tampoco se atrevería a quitarse de en medio…a partir de hoy, nada le ataba al mundo, y solo la muerte podía acabar con su sufrimiento. Cuanto antes llegara, mejor, por una vez la parca encontraría un cliente complacido por su presencia, deseoso de estrechar sus huesudas manos.
…………………………………………………….

Pasaron cinco años. Y un día. Como una condena. Peor que una condena, porque al menos la prisión es algo físico, pueden retener el cuerpo, pero la mente es libre…en el caso de Daniel, su prisión era interior, y nada ni nadie podía liberarle. Y además, tenia el mas cruel carcelero que puede tener alguien…uno mismo.

Es difícil describir como una vida se puede convertir en una tragedia permanente, y mas difícil aun explicar como es posible seguir adelante, cuando cada segundo que pasa, es un alfiler ardiente que se clava en la piel. Y si es complicado entender esto, cuando hablamos de un segundo, una hora, un día, una semana, un mes…ampliar el horizonte a cinco años extiende sobre nosotros, simples espectadores del drama, una sombra insondable. Pero lo que para nosotros es una sombra, para quien la vive es el firmamento al completo, una sensación de estar atrapado en un cotidiano y eterno horror que esta en todas partes, porque lo llevas dentro.

Era un 10 de mayo. Otro día mas, similar a los miles que como losas iban cayendo sobre el. Tras el trabajo (apenas una pequeña hoguera de amargura diaria, un mínimo añadido a su infierno personal), regreso a casa, solo, como siempre, y solo tomo su última cena. Porque hoy, por fin, iba a ser la noche final. Se había pasado el año pensando de que manera terminar. Ese pensamiento, adsorbente, le había mantenido entretenido durante horas, imaginando las cien formas distintas de pasar al otro barrio. Descartadas la mayoría, porque aun sin tenerle miedo a la muerte (¿miedo, como iba a tener miedo a su única esperanza?), si que tenia pánico al dolor y la sangre, y tampoco (y eso le honraba) deseaba causar mal alguno a nadie ajeno, se había decidido por las pastillas. Unas cuantas mas de la cuenta y…esperaba que por una vez, fuera capaz de hacer algo, de terminar de decidirse, de atreverse a poner en practica su idea…aunque fuera, paradójicamente, lo ultimo que fuera a hacer. Y sin embargo…seguía, absurdamente, se decía, teniendo una desazón en la mente. No, esta vez no era miedo…era la sensación de que no debía convertirse en la mano del destino, que nadie tenia derecho a quitarse su propia existencia, que no había nada de valiente en suicidarse, sino que al contrario, era la cobardía suprema…esto era lo único que realmente le había retenido durante todo este tiempo…

Pero esta vez…

Eran las once menos veinte. Paseó su mirada por la habitación, despidiéndose con la vista de los objetos que le habían acompañado en su martirio. Nada le decía la televisión, ni los cuadros. Las fotografías en cambio le unían a su destino, igual que el se acercaba a la muerte, en ellas permanecían atrapadas, para siempre, las imágenes de gente que ya no estaban. Eran una especie de ventana al pasado, de hechizo tecnológico.

Sin saber por que, detuvo su recorrido en la estantería. Los libros, antaño compañeros fieles en su soledad, permanecían allí, durmiendo hace largo tiempo, sin ser molestados en su reposo.

Se levantó, acercándose a ellos.

Si, tal vez, tal vez…seria hermoso, un gesto postrero de elegancia, despedirse de la vida tras poner fin a una de esas historias atrapadas en muros de cartón, esa especie de botella con genio dentro que es un buen libro.

Cogió las pastillas y un vaso de agua. Las dejo sobre la mesilla, y volvió junto al mueble. ¿Cuál escogería? Lo mejor seria que el destino, ese maldito y cruel jugador que tanto daño le había hecho, se encargara de acabar su obra. Cerró los ojos, alargó la mano, y extrajo al elegido. Aun a oscuras, abrió el volumen por la página final.

Despegó los parpados, y se dispuso a leer su epitafio, el último párrafo del libro, que decía así:

“Porque yo, Sinuhe, soy un hombre, y como tal he vivido en todos los que han existido antes que yo, y viviré en todos los que existan después de mi. Viviré en las risas y en las lágrimas de los hombres, en sus pesares y sus temores, en su bondad y en su maldad, en su debilidad y su fuerza. Como hombre, viviré eternamente en el hombre, y por esta razón no necesito ofrendas sobre mi tumba, ni inmortalidad para mi nombre. He aquí lo que ha escrito Sinuhe el Egipcio, que vivió solitario todos los días de su vida”.

Y después de mucho, mucho tiempo, una lagrima escapo de sus pupilas, descendiendo por su mejilla. Y tras ella, otra y otra, hasta que un torrente empañó sus ojos, nublando su vista, y al tiempo, limpiando su mente.

Y en ese momento supo que no, que no todo estaba muerto en su interior, ni tenía derecho a abandonar a mitad del camino. Hoy no iba a ser el final, tal vez solo el final del principio. Tal vez…

3 comentarios:

  1. Ahora sí. Ahora, está perfecto.

    ResponderEliminar
  2. Qué bonito Martín!!! Y ciertamente, cuántas veces un buen libro nos ha apartado de un mal momento, cuántas una frase leída nos ha puesto la carne de gallina y nos ha hecho sentir de nuevo. Que no nos falten nunca nuestros amados libros!!!

    ResponderEliminar