jueves, 19 de agosto de 2010

Guerra eterna

Fuego, humo, gritos...

-Rápido, traed la bomba, moveos, moveos

Los hombres formaban sombras chinescas en la blanca pared de la casa derribada, iluminados por las llamas del incendio.

Frenéticamente, los miembros de la brigada de rescate retiraban los escombros aun ardientes, en busca de algún superviviente.

-No hay nada que hacer, mi teniente, todos muertos, han sido los gases-, comento apesadumbrado el sargento Lope.

Otro bombardeo, y otra sangrante lista de muertos que sumar. La ciudad medio en ruinas, sus habitantes, los que no habían huido aun, viviendo y muriendo en mitad de las mismas o en los oscuros túneles.

El teniente se quitó la mascara, secándose el sudor que le provocaba el ardiente incendio. En ese momento uno de los soldados, envuelto en el traje ignífugo, salió del derruido edificio con algo en los brazos, el cadáver de una niñita de apenas un par de años, con una cara de muñequita en la que asomaba un gesto de estupor.

La misma edad que mi hija, y muerta, para siempre, asesinada por alguien que jamás le vería el rostro ni sabría lo que hizo, alguien que tal vez tuviera otras hijas iguales, pensó con rabia el teniente, mientras en su ennegrecido rostro nacía una mueca airada.

-Estúpida guerra, malditos políticos- musitó para si mismo, como una vana protesta ante tanto sufrimiento sin sentido.

-Mi teniente, las sirenas, están sonando las sirenas-, oyó de repente que le decían mientras le agitaban con suavidad la manga de la guerrera.

Al darse la vuelta vió al sargento Lope, que esperaba, atento al sonido que vendría del cielo, su respuesta.

-Al refugio, reúna a los hombres y volvamos al refugio

El sargento se retiró con rapidez mientras dirigía breves ordenes a los soldados. Buen hombre, pensó el teniente, lastima lo de su mujer, pero en estos tiempos, se dijo amargamente,¿ quien no tiene que lamentar la perdida de algún ser querido? Los muertos, le respondió cínicamente esa parte de su cerebro que hacia que las noches se convirtieran en interminables horas de vela.

Lentamente, después de una ultima mirada al horizonte de ruinas en que se había convertido su ciudad, se retiro hacia los pasadizos.

Que ironía, rió con resignación, 2000 años después los cristianos vuelven a usar las catacumbas,en esta Roma eterna. Aunque si los libios continuaban mucho tiempo mas esta campaña de aniquilación poco quedaría de la misma, aparte de mas restos que sumar a los del foro.

Mientras bajaba por las estrechas escaleras se detuvo por un instante delante de una pequeña tumba, de un humilde y devoto cristiano. Observo la tosca cruz labrada en la piedra, y la inscripción apenas legible de la misma.

Y a pesar de no ser creyente, rezo, una oración sin palabras, solo pensamientos en busca de una liberación, fuera espiritual o no.

2000 años antes, un olvidado legionario había efectuado la misma acción.
Eran otros tiempos y otras guerras.

Pero la gente era igual, todo había avanzado mucho, pero el cuerpo humano seguía siendo tan frágil ante el filo de la espada como ante la bala de un fusil. Y mortal.

1 comentario:

  1. Y cuantos quedan por morir, en estúpidas guerras, por culpa del egoísmo, la creencia y el ansia de poder y posesión.
    Que no nos podemos quejar de la tierra en la que vivimos, sin tener que pensar en bombardeos ni en sirenas. Y demos gracias y que por muchos años continuemos así.
    Un besico

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