miércoles, 16 de marzo de 2011

La toalla

Un hombre puede cambiar de trabajo, de ideología, incluso de mujer. Pero hay una cosa que jamás podrá modificar.

Su equipo de Fútbol.

Hace tiempo, le pregunté a varios amigos porque eran de su equipo. Unos aducían motivos de cercanía, otros familiares, se hablaba de escudos, nombres, colores, historia, de que determinados jugadores lucieran su camiseta…

Un sin fin de posibilidades para una de esas elecciones que son para toda la vida, porque cuando se ama de verdad a unos colores, el idilio solo termina en la tumba.
A veces, cuando mis amigos me preguntan porque soy del Sevilla, y entre menciones al origen ecijano de mis padres, suelo comentar medio en broma, medio en serio, que el motivo principal es una toalla…

No una toalla cualquiera, sino uno de mis primeros recuerdos infantiles, de esa época cuando comienzas a almacenar en el cerebro una serie de datos inútiles que, treinta años después, te saltan a la mente, sin motivo aparente y de improviso, para dejarte sumido en una agridulce y melancólica sensación, trasladándote por unos instantes a esos tiempos donde no existían hipotecas, suegras ni jefes vociferantes, y donde tu máxima preocupación era poder permanecer despierto algo mas de tiempo, como la gente mayor a la que tanto envidiabas porque podían hacer lo que quisieran , y mientras te acostabas a desgana, pensaba lo feliz que serias cuando crecieras, siendo dueño de tu propia vida, sin que nadie te mandara…

Y es que en mi mente, mi niñez esta secada con una toalla blanca y roja, con un escudo del Sevilla en el centro.

Hace unos años, supongo que inmerso en uno de esos ataques de Peter Pan que a veces me dan, de no querer crecer ni asumir que la juventud ya caminó sus últimos pasos junto a mi, y esta a punto de desearme suerte y seguir su propio camino(y si, en mi oficio me tratan de joven continuamente, pero trabajando con el Imserso, y teniendo en cuenta que para ellos toda persona de menos de 60 lo es, no es un gran consuelo), estaba hojeando viejos álbumes de fotos, repasando mi infancia entre instantáneas de cumpleaños, navidades y vacaciones, cuando de repente, descubrí algo que no esperaba encontrar, uno de esos hallazgos que te alegran el día y te hacen poner sonrisa de idiota, mientras una lagrima intenta, la muy cobarde, escapar por tus mejillas.

Porque, aquella toalla, maldita toalla, culpable de tantos sinsabores, amargos domingos y desilusiones infinitas, aquella que me hizo ver el mundo con ojos de perdedor y cinismo de realista bien informado, aquella que creía perdida para siempre, como esos criminales que desaparecen sin dejar rastro tras cometer alguna de sus fechorías, volvió de repente de aquel perdido rincón de la memoria donde permanecía, cogiendo polvo, para mostrarse de nuevo ante mis ojos.

Y también ante los vuestros.



Ese niño de abundante mofletes y cara de pardillo es el que esto suscribe, y esa que sostengo, a modo de mortaja cubriendo mi infantil cuerpo, la inmortal, maldita y, por que no decirlo, amada Toalla. Yo soy lo que soy por ella, y así a de ser…

Que esto sirva de advertencia a padres incautos, nada de dejar en manos de seres inmaduros objetos de potencial peligro, fijaos a donde puede llevarlos...

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